Delante del supermercado, la persona que pide limosna puede ser una víctima de trata; detrás de mucha de la ropa que llevamos hay explotación laboral. Son ejemplos de casos reales y cercanos de estas situaciones, que afectan a más de 21 millones de personas en el mundo, un tercio de ellos niños.

El Día Mundial contra la Trata, que se celebró ayer, visibilizó estas formas de explotación de las personas que puede ser sexual, trabajo forzoso o explotación laboral, matrimonios forzados, mendicidad y tráfico de órganos, entre otras formas, que se aprovechan de contextos de pobreza y de falta de oportunidades.

En este sentido, los expertos alertan de que los refugiados y los migrantes -sobre todo los menores- se están convirtiendo en nuevas víctimas que podrían disparar en unos años esas cifras globales de trata, que intentan cuantificar organismos como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) conscientes de que muchos de los casos nunca serán detectados.

«El problema es que la sociedad identifica trata con prostitución y no ve otras formas; cuando ve a una mujer con un bebé pidiendo piensa en la pobre mujer, pero no que puede ser una víctima que ha sido traída desde su país engañada y que está siendo explotada; tampoco ve a esa otra mujer latinoamericana que trabaja como interna 24 horas al día y con un sueldo mísero», asegura Eva Sancha, de Proyecto Esperanza.

Esta jurista destaca la necesidad de visibilizar e identificar estas situaciones para poder combatirlas legalmente, «situando a las víctimas en el centro», para lo que estima preciso poner en marcha una ley integral contra la trata que garantice la coordinación y la protección. Expertos de varias ONGs consideran a países como Suecia modelos a seguir en la lucha contra la explotación de cualquier tipo. H