Tras más de dos años de reclusión durante los que ha estado protegida su imagen en todos los traslados, los padres de Asunta Yong Fang, la niña china asesinada en Santiago de Compostela, han reaparecido este miércoles casi irreconocibles, en la segunda jornada del juicio que se sigue contra ellos. En la primera fila del banquillo, una Rosario Porto vestida de luto sencillo y riguroso, estaba visiblemente demacrada y mucho más delgada. No ha parado de moverse y sollozar en un presagio del calvario que pueden ser para ella los veinte días de vista oral que se avecinan. La mayor parte del tiempo lo ha pasado con la mirada hacia abajo, sin atreverse a mover los ojos hacia los nueve miembros del jurado popular que decidirán su destino.

Alfonso Basterra parecía, en cambio, sereno. Se ha dejado una escueta blanca y ganado volumen muscular, quizás a consecuencia de las horas pasadas en el gimnasio de la cárcel de Teixeira. Su mirada desafiante no ha descansado durante las casi seis horas que han tenido aguantar la exposición del fiscal y los abogados. Su situación procesal es mucho mejor que la de su esposa. Aunque ambos están acusados de planear conjuntamente el asesinato de la niña adoptada de doce años, no hay pruebas que le sitúen en el hipotético escenario del crimen y tampoco ha incurrido en las contradicciones en las que cayó su esposa.

La primera batalla procesal la han perdido las defensas. Para seguir preservando su imagen, los acusados han pedido que la vista no pudiera ser retransmitida a través de los medios audiovisuales, que los periodistas solo pudieran tomar nota. El argumento era que el jurado podía sentirse influido por los comentarios que le llegaran de los espectadores, pero, tras una consulta al propio jurado, el presidente del tribunal, el magistrado Jorge Cid, ha sido tajante: mejor que llegue a la calle una versión real del juicio, que "una manipulada". Los miembros del jurado habían advertido que no se van a sentir influenciados por los medios.