Las tiendas de electrónica y deportes comienzan a dedicar cada vez más espacio a un nuevo tipo de productos: las llamadas bandas de actividad, sensores en forma de pulsera o broche que, conectados a un teléfono móvil, registran la actividad física del individuo que los lleva, el pulso cardiaco o la calidad de su sueño. Gracias a las apps que los controlan --de la marca o externas--, se pueden añadir las calorías ingeridas, las metas de entrenamiento, las enfermedades o achaques.

Todos estos datos serán procesados por la compañía que crea el programa, que los comparará con los que reportan otros usuarios y cuyo software (o el de otros) emitirá un dictamen sobre si es suficiente, recomendable, excesivo o hay que ir al médico. Es la expresión comercial del llamado yo cuantificado --quantified self --, la versión tecnológica de la obsesión humana por medir cualquiera de sus actividades, desde el pulso hasta los pasos dados.

El potencial cliente ya no es solo el entusiasta del gimnasio o el corredor aficionado que quiere medir sus registros y recurre a los relojes con pulsómetros más o menos sofisticados. Ahora buscan al usuario medio "preocupado por su salud", según anuncian los fabricantes, que esté dispuesto a ir registrando lo que hace o come y que, a ser posible, quiera compartir estos datos con otras personas en Facebook, Twitter u otras redes sociales.

En Estados Unidos, la moda se ha convertido en una fiebre que ha hecho que, según algunos estudios, casi un 40% de los ciudadanos hayan comprado un dispositivo wearable o estén monitorizando su salud vía app .

NUEVOS MODELOS En España, el tema parece ir muy por detrás, aunque estos dispositivos se ven cada vez en más tiendas. Samsung anunciaba en otoño que, según un estudio propio, las pasadas navidades se iban a vender productos por valor de 14 millones de euros en wearables de salud y otros 15 millones en dispositivos para fitness . Cinco meses después, no confirman estas cifras.

El Grupo 29 de trabajo de la Comisión Europea, que consensúa las políticas de privacidad que aplicarán los Veintiocho, advierte contra los riesgos que puede suponer ceder estos datos tan sensibles a otras personas, aunque sea de modo anónimo. Y alerta de la calidad del consentimiento que da el usuario, que "puede no darse cuenta del procesamiento de datos que hay detrás de estos dispositivos".

Su tratamiento con técnicas de big data --uso masivo de datos-- permite establecer patrones de comportamiento que resultan muy interesantes para compañías de seguros, farmacéuticas o analistas de riesgos financieros, por ejemplo.

En España, compañías de seguros como Sanitas o Axa están regalando estos dispositivos a algunos clientes, como parte de promociones, y realizan estudios a partir de datos obtenidos de sus propios empleados.

CUESTION DE CONFIANZA Empresas como Medtep, que desarrollan apps de seguimiento médico para pacientes y profesionales que van más allá del mero registro de la actividad y el gasto calórico aproximado, afirman que sus principales promotores y clientes son las farmacéuticas y las aseguradoras.

Sin embargo, advierten de que estas no tienen acceso a los datos personales ni a los medicamentos que toman los pacientes que las utilizan.

"Está claro que los usuarios confían en quién utiliza estos datos o sienten que obtienen una recompensa suficiente al cederlos. Su interés es mayor que la percepción del riesgo, pero es obvio que son datos que se podrían usar en contra del propio usuario", afirma Lars Stalling, investigador sobre el tema en Teléfonica i+D, que apunta también las limitaciones del sistema. "Los perfiles que se crean ahora con los programas son como la media de uno mismo; dentro de cada uno hay dos o tres yo, y esa multifaceta no se contempla en los datos", destacó.

Para contribuir a la ciberparanoia, una empresa de antivirus como Symantec denuncia que el 52% de los dispositivos de rastreo deportivo no tienen política de privacidad y que el 20% envían datos sin cifrar. Las políticas de privacidad de los fabricantes de bandas de actividad física revelan que sí ceden los datos a terceros cuando lo autoriza el usuario. Y son otras compañías las que construyen estos servicios y los terceros, quienes fomentan su uso.