Las huelgas mineras de 2013 fueron el acicate para que el ilustrador asturiano Alfonso Zapico, Premio Nacional de Cómic en 2012, siguiera adelante con "La Balada del Norte", la novela gráfica que acaba de publicar Astiberri en la que "rescata la muy digna memoria de la gente de la mina".

Aunque "en realidad" la revolución minera de 1934, preludio de la Guerra Civil, no le "toca de cerca" a este asturiano, han sido tres años y medio de su vida los que ha estado metido en una mina mental llena de subidas y bajadas que han convertido "La Balada del Norte" en un trabajo que le ha hecho sudar "tinta china" pese a que al final, como reconoce a Efe, todo esto "ha merecido la pena".

En "La Balada del Norte" Zapico (Blimea, Asturias, 1981) hace a lo largo de sus 226 páginas un homenaje al pueblo minero asturiano, al levantamiento minero que vivió su tierra en octubre de 1934, y al sector minero general.

"Cuando estallaron las huelgas mineras de 2013 me decidí a hacerlo. Ese verano los asturianos abrimos los ojos y nos dimos cuenta de que era el fin de un ciclo y no había vuelta atrás. Entonces dije -afirma- si hay un ciclo que se termina y si ya no hay vuelta atrás, pues por lo menos vamos a rescatar esta memoria, que es una memoria muy digna, de lucha continua de la gente de la mina".

Convertida casi en una misión de obligado cumplimiento, en esta nueva novela Zapico vuelve a deslumbrar como lo hizo con "Dublinés", obra con la que consiguió el Premio Nacional de Cómic.

Y lo hace porque es fiel a su estilo descriptivo y minucioso, y aporta a la vez un trabajo de documentación que trabaja con tanta naturalidad que convierte casi en invisible la línea que separa ficción y realidad.

"He intentado hacer un libro con mucho contenido histórico, que tuviera mucha parte histórica porque quiero que se entienda bien, pero tampoco quiero ser pesado con los detalles históricos, fechas o siglas, por eso las he intentado meter silenciosamente", matiza.

Y por eso, a Tristán, y Apolonio e Isolina, el resto de "personajes imaginados pero basados en personajes reales" que vertebran la obra, les hace compartir viñetas con otros personajes, estos sí reales, como José María Gil-Robles, ministro de la Guerra del gobierno de Lerroux (1935), o los sindicalistas Berlarmino Tomás y Ramón Gonzalez Peña.

Como explica el autor desde su casa de Angolume (Francia), para escribir ciertos diálogos y jugar airosamente con vocablos asturianos y palabras del mundo de la minería, ha echado mano tanto "gente de Asturias", como de su propia familia.

"No sabía nada sobre el lenguaje que utilizan los mineros, como entibar o postear, pero mi tío, que era minero hasta hace un par de años, me explicó cómo funcionaba la mina por dentro, todo ese rudimentario y duro trabajo. Pero también me he documentado -agrega- sobre cómo vivían o hablaban en esa época los asturianos".

Como si un reloj de sol fueran, los lomos de cada ejemplar parecen ser un mapa muy básico de las horas de luz natural y las de oscuridad minera que va a vivir el lector cuando se meta de lleno en esta Asturias del S.XIX.

Una época de señores y obreros, de luchas, de tensiones e historias de amor que no acaban en este tomo, sino que ha puesto en bandeja a Zapico contenido suficiente como para mantener la tensión de la narración hasta una próxima entrega, que llegará dentro de "un año y medio", como adelanta.

Sólo en esta nueva novela se conocerá el futuro de Tristán y del resto del elenco de personajes porque, aunque el devenir de la historia ya lo sabemos, las idas y venidas de estas vidas tiznadas por el carbón sólo están en la cabeza de este "flaco, tímido, provinciano y socialdemócrata (todo en el buen sentido)".