La corrupción apesta, la sociedad corrupta apesta, como apesta un animal muerto, y un cristiano que deja entrar dentro de sí a la corrupción no es un cristiano, apesta". Nada más llegar a Nápoles, la ciudad-cuna de la Camorra napolitana, el Papa se pronunció así ayer en el barrio de Scampia, plagado por altísimas tasas de paro y considerado uno de los supermercados de la droga en Europa. Allí, tras asegurar que los inmigrantes "no son seres humanos de segunda clase", sino que "todos somos migrantes" y denunciar el fenómeno de los tantos jóvenes sin trabajo, culpa de "un sistema económico que descarta", el Papa condenó de esta manera a la corrupción como origen de todos los problemas.

"Pero díganme, si nosotros les cerramos la puerta a los inmigrantes, le sacamos el trabajo y la dignidad a la gente ¿cómo se llama esto? Se llama corrupción", continuó. "La falta de empleo roba la dignidad", añadió, al afirmar que "en esos casos, la persona corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación", según dijo el antaño cardenal Bergoglio, el cual, incluso en los recorridos externos, estuvo increíblemente cerca de los fieles.

Desde hace años, se intenta vencer una batalla en Scampia que, de tan repetida, ya apenas obtiene unas líneas en los diarios o unos minutos en la televisión. Solo cuando en las calles se dispara y se mata