La palabra clave que explica la persona de Angelo Roncalli, elegido en 1958 como Juan XXIII, y conocido como el Papa Bueno, es aggiornamento (puesta al día). Después del aparentemente insustituible Pío XII y de la II Guerra Mundial, los cardenales eligieron a un Papa que fuese de transición, pero el fino y anciano diplomático sorprendió a todos. Para empezar redujo los altos estipendios de las miembros de la curia. Dado que en los años 60 el mundo estaba cambiando a pasos agigantados, Juan XXIII decidió convocar a los 3.000 obispos del planeta para encarar aquella transformación. Fue el Concilio Vaticano II, que terminó con la aprobación de 16 documentos que abrieron la iglesia católica a las sociedades contemporáneas.

El aparato curial que gobierna el Vaticano y la Iglesia se oponía a ese cambio y preconfeccionó los documentos finales del concilio, esperando que los obispos llegasen a Roma y los aprobasen sin más. Sin embargo, estos quisieron debatirlos y cambiaron la idea de la Iglesia, de las relaciones con los cristianos no católicos, con el mundo moderno, con los judíos, otras religiones y el poder político y económico. Roncalli era el cuarto de 13 hermanos, nacido en Sotto il Monte (Bergamo).