En tiempos de Juan XXIII, un embajador ante la Santa Sede le dijo al entonces secretario de Estado Domenico Tardini: "Estoy orgulloso de representar a mi país ante la primera diplomacia del mundo", a lo que el avezado cardenal le respondió: "Si somos la primera, no quiero imaginarme el desastre que será la segunda". Y es que en aquellos años el Vaticano aún vivía en un aislamiento diplomático fruto de una declarada neutralidad.

Decir, como hizo Benedicto XV, que la primera guerra mundial era una "matanza inútil" no le acercó a un tablero internacional siempre belicoso, como tampoco lo hizo años después la discutida actitud de Pío XII durante la segunda. Con la guerra fría la Santa Sede desplegó sus alas diplomáticas mediante su propia ostpolitik . El Vaticano disponía de una información privilegiada y envidiada por las grandes potencias. Sus fuentes eran --y lo son hoy-- los cientos de obispos repartidos por el mundo.

La llegada de Karol Wojtyla a Roma convirtió a la diplomacia vaticana en un factor de primer orden en los cambios que sacudieron el mundo con la caída del muro de Berlín y lo que vino después. Hoy el Vaticano mantiene relaciones bilaterales con 180 países y está representado en organizaciones internacionales. Además de los obispos, tiene a sus embajadores, los nuncios, que dominan varias lenguas y acumulan 20 siglos de historia a sus espaldas.

División en China

Las relaciones con China --país que en los siglos XVI y XVII abrió sus imperiales puertas a los jesuitas-- son las más complicadas que tiene la Santa Sede. En aquel país existen dos iglesias católicas, la llamada Patriótica, fundada por Mao Zedong para controlar a la jerarquía y someter a los creyentes a las directrices del partido, y la clandestina que obedece a Roma. Esta situación ha agriado mucho las relaciones.

El reto que tiene Francisco en China es el de aceptar o rechazar las condiciones que impone Pekín para establecer relaciones diplomáticas, a saber, que Roma rompa las relaciones con Taiwan y que no interfiera en los asuntos internos chinos.

Más iglesias en Cuba

Cuba es el otro país comunista que plantea problemas diplomáticos. La llegada de un Papa latinoamericano que además pone a los pobres en primer lugar de su discurso puede ayudar. Además, los jesuitas siempre han estado en la isla, incluso en los tiempos más duros de la revolución cuando se sucedían las expulsiones de religiosos.

Una primera visita de Juan Pablo II al país de profunda tradición católica --compatible con la santería--, no trajo muchos resultados, aunque sí algunos frutos, como la puesta en libertad de presos políticos, en la que medió la jerarquía eclesial. La discusión se centra ahora en la libertad religiosa con la que la Iglesia aspira a poder abrir nuevos centros de culto, tener escuelas y medios de comunicación propios.

Islam, asignatura pendiente

Las relaciones con el mundo musulmán nunca han sido buenas. El error cometido por Benedicto XVI en Ratisbona al citar en una conferencia un texto denigratorio contra Mahoma obligó a realizar un encuentro de buena voluntad en el Vaticano entre católicos y musulmanes.

Una audiencia entre el Papa y el rey Abdalá de Arabia Saudí en el 2007, en el Vaticano, tuvo un carácter histórico por ser la primera, por no mantener relaciones diplomáticas los dos Estados y por ser el monarca saudí el custodio de las dos grandes mezquitas del islam. Pese a ello, las relaciones entre la Santa Sede y el islam no progresan.