El último Papa que llevó una tiara (corona de origen persa de tres niveles) fue Pablo VI en 1963. Pero inmediatamente después Giovanni-Battista Montini ordenó que fuera vendida y con el dinero se construyeron casas baratas en un barrio periférico de Roma. Desde entonces, algunos fieles han regalado tiaras a papas, como sucedió con Juan Pablo II y Benedicto XVI, y nunca las usaron.

Sin embargo, durante más de siete siglos los papas (como los emperadores y los reyes) fueron ceñidos con la triple corona en una aparatosa ceremonia celebrada en la localidad donde eran elegidos, que no siempre era Roma. En 1963 hasta al mismo Pablo VI debió de parecerle fuera de moda el incómodo tocado, a juzgar por las fotos de las crónicas.

La tiara (como los distintos, complejos y refinados ornamentos vistos por última vez con Benedicto XVI) es un condensado de historia que parte del emperador romano Constantino y abarca el fin del poder político de los papas en 1870 con la pérdida, a manos de los italianos, de los Estados Pontificios. Los tres niveles del ornamento simbolizaban los poderes religioso, político y moral. Se consideraba que los papas eran depositarios de los mismos y que, eventualmente, concedían el segundo a emperadores o monarcas.

Francisco no se llama ni se hace llamar Papa. Tampoco ha llevado hasta ahora manteleta ni zapatos rojos (complementos papales) y con toda probabilidad no coronará su cabeza con el camauro rojo que desempolvó Ratzinger. Es una ruptura con símbolos religioso-políticos acumulados durante centurias.

A pesar de la importancia de todo esto, hubo personas poco respetuosas. En 1804 Pío VII corrió a París para coronar a Napoleón, que no le esperó. Y poco impresionados por la tiara estaban los emisarios del Gobierno francés a los que en el siglo XVII Urbano VIII recibió con todas sus galas: le echaron la corona a rodar por los suelos y, encima, le dieron tal bofetada que ha pasado a la historia.

Bacanales gastronómicas

El momento de la coronación se acompañaba además con verdaderas bacanales gastronómicas. Como el menú para la entronización de Inocencio VI (1352), integrado por más de 50.000 piezas de pan, 325 corderos, 100 cabritos, 16 cerdos y 50 terneras. La casquería era para el pueblo. De ella nació la típica cocina romana.