Primero, la bengala. Una bengala letal. Un músico la encendió para iluminar el frenesí de la fiesta. Después, solo bastaron tres minutos para que el fuego, que comenzó en el techo, se expandiera por toda la discoteca Kiss, con la licencia caducada desde agosto. Murieron 232 jóvenes, el 90% de ellos ahogados por el humo, y 116 resultaron heridos. La ciudad de Santa María, en el Estado de Rio Grande do Sul, quedará en la historia como el escenario de la segunda mayor tragedia de esta naturaleza en Brasil y la peor en medio siglo. El 17 de diciembre de 1961 también bastaron pocos minutos para que el Gran Circo Norte Americano, que estaba en Niteroi, Estado de Río de Janeiro, ardiera por un error humano y matara a más de 500 cariocas. Entonces se pensó, se juró, que desastres así no podrían repetirse en el país.

Santa María está a 300 kilómetros de Porto Alegre, uno de los estados más ricos de Brasil, donde el Partido de los Trabajadores inició el camino de la gestión que lo llevó, años después, a gobernar todo el país. Su vida solía ser anodina. Solo una catástrofe, como la que se desató en la madrugada del domingo, podía darle una visibilidad mundial.

La presidenta Dilma Rousseff había viajado a Chile para liderar el bloque regional en la cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC) y la UE. La despertaron con la peor de las noticias y decidió regresar de inmediato.

TRISTEZA "Este es un momento de gran tristeza y una tragedia para todos. El pueblo brasileño precisa de mí y es allá donde tengo que estar", comunicó a los anfitriones, y fue directo al Hospital de Caridad de Santa María, a visitar a los heridos y consolar a los familiares de los muertos. La acompañaron el alcalde, Cezar Augusto Schirmer, y el gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro.

A esa hora del domingo, allí donde se levantaba la discoteca, en el cruce de la Rua dos Andradas y Avenida Río Branco, solo quedaba una carcasa cenicienta y un dolor inconmensurable. "Son tantos los cuerpos que no podemos llegar al fondo del local", dijo el teniente coronel de la Policía, Moisés da Silva Fuch, al relatar lo primero que vio.

Unos 400 jóvenes habían ido a bailar. Lucas Cauduro Peranzoni, conocido como Dj Bolinha, dejó de pasar su música para dar lugar a una de las dos bandas anunciadas esa noche, Gurizada Fandangueira. Antes de terminar, tomó con el móvil una foto con la que registró el último intante festivo antes de la tragedia. Luego, la subió a su página de Facebook. Dirigió de nuevo la vista hacia el escenario y notó que el cantante del grupo tenía en sus manos la bengala que causaría el incendio. "Yo lo vi todo. El disparo alcanzó la esponja que sirve como aislante acústico. De inmediato se esparció el humo por toda la discoteca", dijo apenado Dj Bolinha.

Ingrid Goldani tiene 20 años. Había entrado a trabajar en Kiss hacía un mes y medio. Dijo que los mismos integrantes de la banda musical intentaron apagar el fuego con agua. Las llamas siguieron creciendo. Trajeron los extintores, pero no pudieron hacerlos funcionar. "Después, todo se desarrolló muy rápido".

COMISION Los que hasta ese momento bailaban despreocupadamente entraron en pánico. Según los testimonios, los encargados de la seguridad de Kiss bloquearon la puerta principal porque pensaron que, dentro, se había desatado una pelea. "Solo dejaban salir a quien pagase una comisión", dijo Murilo Lima a Radio Gaúcha. "No sabían lo que estaba sucediendo dentro", añadió. "Fue como en una película de terror", aseguró Michele Pereira. Pero no, la realidad siempre supera esas fantasías. Así lo comprobó el empleado bancario Alberto Tessmez. Era la madrugada del domingo, y no había decidido aún si entraba en Kiss. Al estacionar, en la esquina de la discoteca, vio como una densa columna de humo negro salía por la puerta. "Debo haber ayudado a unas 50 personas a salir", pero no pude hacer más", dijo.

EN LOS LAVABOS Entre esas personas estaban las hermanas Aline e Luana Santos Silva. "Para nosotras fue más fácil porque estábamos cerca de la puerta principal. Los que estaban a metros del escenario no tuvieron esa suerte". Cegados por las cortinas de humo, corriendo sobre los cuerpos caídos, se dirigieron hacia su propia muerte creyendo que encontraban un atajo. Buena parte de las víctimas entraron en los lavabos pensando que así podían alcanzar la calle. Y allí se fueron apelotonando. Fue la imagen que vio el teniente coronel Fuch y de la cual, dijo, no se podrá olvidar nunca.