"Vamos a compartir ese dolor". Esta sentida frase condensa lo que Nieves Herrero mostró hace 20 años en Alcásser: hasta dónde podía llegar la televisión haciendo de un terrible drama humano un espectáculo de masas. Aquella morbosa escenificación provocó que sonaran las alarmas sobre un medio que hasta entonces solo era un juguete de charanga y pandereta (especialmente con la aparición de las privadas), pero que desde Alcásser se empezó a ver como arma peligrosa. Herrero desató un gran debate que llegó al Senado y hasta planteó la necesidad de órganos de control.

Pero dos décadas después la tele no ha mejorado. Eso sí, ha aprendido a ser más sutil. Pero el morbo que tanto fascina a la España profunda sigue dando una audiencia tan tentadora que siempre está latente en los que viven del share.

Uno de los primeros ejemplos de que la tele seguía igual llegó apenas cuatro años después del espectáculo de Nieves Herrero con La sonrisa del pelícano . Dirigido y presentado por Pepe Navarro (que trabajó en EEUU y aprendió mucho sobre la telebasura), este espacio empezó a jugar con escándalos tan jugosos como el caso Arny (prostitución de menores en un bar gay de Sevilla, con personajes populares implicados). Aunque su filón fue el secuestro de la farmacéutica de Olot María Angels Feliu, alrededor del cual creó un serial diario en el que se llegó a decir que fue un autosecuestro.

Pero cuando de verdad la tele pierde el oremus es si la víctima es un menor. Saben que la España profunda vibra con esto y entran a fondo, aunque intentando mantener la imagen de periodismo riguroso. Así, en marzo del 2011, El programa de Ana Rosa (Tele 5) ofreció una denigrante entrevista en directo a Isabel García, mujer de Santiago del Valle (asesino de Mari Luz Cortés), persona sin muchas luces y que, totalmente trastocada, pedía sollozando que por favor la dejasen en paz, mientras se le seguía presionando para que hablase del asesinato. Este acoso llegó a los juzgados (Isabel García denunció a Ana Rosa Quintana), pero la causa fue archivada.

El 2011 se cerró con otro peliagudo caso de niños asesinados: la entrevista que le realizó Jordi González a la madre del Cuco (implicado en la muerte de Marta del Castillo) en La noria , programa que, a raíz de esta exclusiva, se canceló: la entrevista provocó tal reacción social de rechazo que se forzó a los anunciantes a retirarse del espacio, y supuso la muerte del show.

Pero aquella indignación social fue un espejismo que se dio ante un caso concreto. Sigue habiendo programas que tantean los límites de lo éticamente permisible a la que aparece un niño muerto.

Caza despiadada

El pasado mes de agosto, todos los magacines informativos se lanzaron de cabeza al caso Bretón (José Bretón, el cordobés acusado de asesinar a sus dos hijos). Pero el momento culminante de esta caza despiadada de la exclusiva llegó cuando Tele 5 realizó un especial sobre el caso en el que apareció por primera vez en televisión un alto cargo de la policía, Serafín Castro. Lo más indignante es que, parece ser, asistió a este espectáculo a regañadientes, pero con el beneplácito de sus superiores.

Y para acabar el año (que no la deriva de la televisión), la alucinante pelea en directo de reporteros de El programa de Ana Rosa y de Espejo público (A-3) el pasado mes de octubre: forcejearon con sus micrófonos ante una asombrada mujer que hablaba sobre un niño muerto en Vicálvaro. Ganó el patético pulso el de Tele 5, que le puso el auricular para que la entrevistase Ana Rosa. Pero ¿qué ha ganado la tele en estos 20 años?