Hay quien considera que resulta demagogo señalar con el dedo a los archimillonarios cuando se aborda el debate sobre el hambre en el mundo. No es el caso de Intermón Oxfam. La oenegé ha hecho público un cálculo contundente que en el fondo parece planteado más como una manera de concienciar a los habitantes de la parte acomodada del planeta que como una solución real, aunque no pocos abogarían por su aplicación inmediata: empleando solo una cuarta parte de los 180.000 millones de euros que ingresaron en el 2012 las 100 personas más ricas del planeta, se paliaría el hambre en el mundo. Bastaría destinar 45.000 millones de euros para lograr este fin.

Efectos perniciosos

Este es uno de los datos del informe El coste de la desigualdad: cómo la riqueza y los ingresos extremos nos dañan a todos. El documento no aboga por pasar por la quilla a los ricos y desposeerlos de sus capitales, pero sí avisa de que el ritmo de enriquecimiento de unos pocos se ha incrementado sobremanera en pocos años, con efectos muy perniciosos para el interés general.

El documento cita el reparto de ingresos en EEUU, donde el 1% de la población se quedaba en 1980 con el 10% del total; ahora su parte asciende al 20%. La suerte, por así decirlo, ha sonreído mucho a los más ricos: el 0,01% de los estadounidenses han visto cómo su beneficio se multiplicaba por cuatro en tres décadas. En todo el mundo, el 1% más poderoso ha aumentado desde 1990 un 60% sus ingresos.

1.200 'billonarios´

Estas cifras delimitan el número de terrícolas billonarios según se entiende lo que es un billón en EEUU y el Reino Unido: 1.000 millones de dólares. Hay 1.200 personas en el mundo con esos posibles. Según se mide en el resto de Europa no hay un solo billonario. Porque aún no hay nadie con un millón de millones de euros, dólares o libras. El hombre más rico del mundo, Carlos Slim, tiene 69.000 millones de dólares.

La crisis ha espoleado el enriquecimiento de los más ricos y estos han devuelto el favor en consumo. Mientras el mundo vive atenazado por la recesión desde el 2007, el mercado de productos de lujo crece anualmente en porcentajes de dos dígitos: nunca había habido una demanda tan alta de superyates y coches deportivos. Según Oxfam, los expertos coinciden: factores éticos al margen, si bien cierto nivel de desigualdad impulsa la innovación, uno tan alto como el actual resulta dañino e ineficaz. Porque aunque cuatro gatos compren más Ferrari, la mayoría deja de ir a la tienda del barrio y el consumo del país se desploma.