Se le puede llamar por nombre, un nombre se diría que dulce. Sandy es, sin embargo, un monstruo, una fiera que el lunes arrasó la costa este de Estados Unidos EUU y grabó con agua, fuego, viento, destrucción y muerte su lugar en los anales de los más devastadores desastres naturales del país.

Al menos 39 personas perdieron la vida en ocho estados, sumándose a las 66 víctimas mortales que ya Sandy había dejado en el Caribe. Más de ocho millones y medio de hogares estadounidenses se quedaron sin luz, desde tan al sur como Carolina del Norte hasta tan al norte como Michigan y Maine. En muchos de esos hogares, especialmente en zonas especialmente golpeadas como Nueva York y Nueva Jersey --en cuya costa tocó tierra Sandy el lunes a las 8 de la tarde-- las perspectivas de recuperar el suministro eléctrico están a varios días vista. Y más de un millón de personas repartidas en 12 estados estaban en zonas de evacuación obligatoria. Muchas de ellas tardarán en poderse regresar a sus hogares.

SIN METRO VARIOS DIAS La situación provocada por Sandy era demoledora en Nueva York. Un total de 17 personas murieron en el estado y 2,3 millones se quedaron sin electricidad. Y en su núcleo, la mayor urbe de EEUU, el agua conquistó espacio con la mayor crecida de aguas de su historia (4,2 metros). Nueva York quedó, además, desprovista de uno de sus motores vitales: el metro, por lo que la ciudad, se puede decir, era un auténtico caos.

Como el resto de la red de transporte público, incluyendo autobuses y cercanías, el suburbano se había cerrado como precaución ya el domingo por la noche, y ayer se comprendió lo acertado de la decisión: siete de los túneles de la red se inundaron. El tránsito vial era completamente imposible. Eso sí, la población, asustada y cansada, se refugió en sus hogares.

Tanto el alcalde, Michael Bloomberg, como el presidente de la Autoridad Metropolitana del Transporte, Joseph Lhota, reconocieron que es imposible aún determinar cuándo volverá a estar operativo. Cuatro o cinco días fue la mejor estimación que se atrevió a hacer el primer edil. Lhota, mientras, anunció que intentarán "ser creativos" para restablecer siquiera medianamente las opciones de tránsito para los más de ocho millones de neoyorquinos. Ayer mismo empezaban a circular --y gratis-- algunos autobuses, aunque con servicio limitado. Todos los puentes que se cerraron el lunes al tráfico se reabrieron ayer y solo quedaban cerrados dos túneles que se inundaron.

LA BOLSA ABRE Hoy vuelve a abrir la bolsa, pero los colegios públicos se mantendrán cerrados. El aeropuerto de JFK planea abrir, pero La Guardia, inundado, aún tardará. El agua fue, sin duda, la mayor aliada de Sandy en su viaje destructor, como se demostró en Atlantic City, el punto donde tocó tierra debilitado desde categoría de huracán a la de ciclón post-tropical pero reforzada por su encuentro con una corriente de aire ártico. En la ciudad del juego de Nueva Jersey desapareció bajo el agua el paseo marítimo.

ALTO PRECIO Es difícil calcular aún el coste económico que dejará Sandy, aunque algunos expertos apuntan ya a que su factura será de por lo menos 20.000 millones de dólares (15.000 millones de euros) en daños y entre 10.000 y 30.000 en negocios perdidos. Hay, además, otros datos que explican su poder, como los 16.000 vuelos que obligó a cancelar. Pero esta tormenta fue otro reto para Estados Unidos y para ciudades como Nueva York, que esconden no solo una historia de duelo con la naturaleza, sino de filosofía de gobierno.

Ayer, el presidente Barack Obama, que visitó la sede central de la Cruz Roja en Washington DC y hoy viajará a Nueva Jersey, prometió poner toda la ayuda federal a disposición de los gobiernos estatales, reduciendo burocracias. Pero fue el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien recordó que EEUU, y grandes urbes como Manhattan, enfrentan retos que no se solucionan con solidaridad. "Cualquiera que piense que no hay cambio climático en los patrones del tiempo niega la realidad --dijo--. Tenemos una nueva realidad, viejas infraestructuras y viejos sistemas". Mientras, millones de personas esperan que todo acabe y que el país recupere la normalidad. Eso sí, la confianza en las autoridades es máxima.