Marié, Jordi y Lola --esta última, la que iba más cómoda: nacerá en septiembre-- paseaban ayer por la plaza de Cataluña, entre las diferentes reuniones, una sobre educación, otras sobre sanidad, vivienda, feminismo. "Hace un año había más emoción. Quizá no se verán asambleas tan multitudinarias. Pero se nota que todo está más organizado, que la gente ya sabe lo que es una asamblea y cómo funciona", opina Jordi.

Para él, el año de indignación, el poso que ha dejado, cobró sentido en la plaza: cientos de personas repartidas en distintos debates. Los defensores de la naturaleza horizontal del 15-M contaron con una argumentación a su favor: si en una parte de la plaza se hablaba de cómo evitar desahucios y en otra, de los recortes sanitarios fue en gran parte por el debate previo, y muy a menudo minoritario y discreto, que se ha producido en los barrios en los 12 meses precedentes. Un periodo en el que los indignados han asumido una parte del peso de las protestas en contra de los recortes del Gobierno catalán, que empezaron mucho antes que los del Ejecutivo central.

El 15-M cumplió con el objetivo de llenar de contenido su primera jornada completa en la plaza en el primer aniversario de la indignación. Tanto fue así que la lectura, a primera hora de la tarde, de un manifiesto en apoyo de los desalojados en Madrid y otras ciudades pasó un poco desapercibida. A caldear el ambiente colaboraron grandes nombres del movimiento. Hasta la puerta de la cercana sede del BBVA se acercó el sumo sacerdote laico de los indignados, Arcadi Oliveres, que, como suele, expuso en cifras la injusticia, El economista echó mano de su discurso, exitoso y conocido, para provocar caras de asombro, cabreo y sonrisas en una audiencia entregada, como cuando explicó que colecciona oximorones, asociaciones de dos palabras contradictorias: "Fuego amigo, banca ética, inteligencia militar". Con el último arrancó el gran aplauso.

YAYOFLAUTAS Como colectivo, no hay ninguna duda de cuál es el que suscita un cariño y un respeto mayor: el de los yayoflautas. Incluso se diría que pasean con especial orgullo su presencia: son un contrapunto para aquellos que acusan al 15-M de sufrir de adolescencia. En el suroeste de la plaza, ayer había otro personaje claramente representativo para los indignados, si bien vive en una zona fronteriza: Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que repasaba formas de actuación para quienes se vean con el agua al cuello y la hipoteca impagada.

"En el norte, una asamblea ponía en común experiencias: "Igual hemos puesto el énfasis mucho en lo político y no en lo económico", decía un joven. También hubo espacio para la discrepancia. En el sur, unas 30 personas hablaban de feminismo. Un hombre deploró que las mujeres cobren menos por un mismo trabajo, y quiso denunciar la violencia de las mujeres sobre las mujeres: de la mujer ejecutiva sobre la obrera; de la autóctona sobre la migrada; de la que denuncia violencia machista sin que sea cierto y perjudica a la que la sufre. La tesis no fue compartida y una mujer tomó la palabra: "Eso es misoginia pura". Y con más o menos acuerdo, el debate prosiguió en la plaza sin más.