Se me ha pasado la vida y no la he vivido". Emocionado y abrazado a sus dos hijas, Miguel Montes Neiro, el decano de los presos españoles, abandonaba ayer por fin el penal de Albolote tras pasar 36 años entre rejas pese a no tener delitos de sangre. Dos indultos del Gobierno han permitido que a sus 62 años, este granadino pueda intentar recuperar su vida como ceramista y pintor. En sus planes figura ya una biografía y, por que no, una película con sus andanzas.

Montes Neiro tuvo su primera experiencia entre rejas en 1966 tras un pequeño robo. Diez años más tarde llegó su primera condena seria por deserción en el Ejército, aunque él asegura que se trató de una venganza por agredir a un superior. Desde entonces, fue encadenando condenas: que si un motín en el penal, un supuesto atraco a una joyería, tenencia de hachís y armas y, sobre todo, evasiones, desacato y quebrantamiento de condena. Se enteró de las primeras elecciones democráticas, el auge de la televisión en color, los Mundiales de España, la caída del Muro de Berlín... cualquier acontecimiento importante de la historia reciente del país, Miguel la disfrutó entre las rejas de alguna cárcel.

DESINTERES Su abogado actual, Félix García, lamenta que nunca se le hubiera aplicado beneficios penitenciarios ni los días pasados en preventiva, que le hubieran dejado en libertad mucho antes. "Ha sido una tarea árdua, posible gracias a la constancia de la familia, sobre todo su hermana Encarnación, que se sabe la montaña de expendientes al dedillo", reconoce el letrado que está trabajando de forma altruista desde 2010. Atrás quedaron otros abogados que no tuvieron interés o, como el conocido Rodríguez Menéndez, se limitaron a llevarse parte de los ahorros, según denuncian.

Todo el calvario quedó atrás ayer. Su última noche la pasó nervioso dando vueltas "como un león en una jaula" y fumando hasta dos cajetillas de tabaco, temeroso aún de que su inminente libertad fuese otra falsa alarma. "Vámonos de aquí ahora mismo", fueron las primeras palabras que pudo articular nada más traspasar la puerta de Albolote (Granada) y empezar a andar varios kilómetros para perder de vista el penal y fumarse el primer cigarro en libertad.

A su salida, además de una ambulancia por si la emoción se superaba, le esperaban entre otros sus hermanos, sobrinos-nietos recién nacidos y algunos amigos de la infancia y de presidio. Pero especialmente sus dos hijas adolescentes, nacidas durante algunas de sus fugas (hay seis reconocidas oficialmente, aunque él confiesa hasta una decena con visitas incluidas a Marruecos, en total 1386 días).

Las dos jóvenes serán su principal dedicación. "Nunca he podido salir con ellas porque temía que llegara la Policía", explicaba abrumado. Una falta de contacto que ha sido lo peor de todo este tiempo, por lo que tratará de recuperar el tiempo perdido. Con ellas y con la comida, porque su primer capricho ayer era "un filete, o los que sean".

UN NIÑO Y aunque se confiesa no creyente, espera que "algo me depare Dios, porque no soy un bicho". "Ahora comienza mi primera oportunidad", subraya, para lamentar que entró en prisión "hecho un chiquillo y mirad ahora". Pese a la larga estancia en prisión, no cree que la adaptación sea difícil porque donde estaba "raro" era dentro.

Montes es consciente de que "ha pagado muy caro" lo que hizo, aunque no se arrepiente porque no vale la pena. En la cárcel, de la que no quiso despedirse "porque es muy negativa, solo puedo escupirla", deja buenos amigos que quisieron sacarle a hombros "y una toalla del Barça, que se me ha olvidado".

Entre tanta queja al trato de la justicia, que dará a conocer "sin hacer daño a nadie", tiene unas palabras para recordar a los compañeros que se encuentran en una situación similar "y están desatendidos". A ellos solo les anima a que luchen si sufren una injusticia, y le encontraran cuando le necesiten.