La central nuclear de Fukushima arroja dos certezas: ni se rendirá pronto ni redimirá al Gobierno. La semana pasada se vaticinó el final de la crisis en 15 días; después, en un mes, y ayer la empresa que la gestiona apuntó a "meses o años". Pasadas dos semanas del seísmo, aún no se ha conectado el sistema de refrigeración, el agua radiactiva se acumula en al menos tres de los seis reactores y los trabajadores huyen a la carrera a menudo.

Ayer lo hicieron después de registrar en el reactor 2 una radiactividad 10 millones de veces superior a la habitual. La acumulación durante estos días de récords y abstrusa jerga científica ha adormecido la capacidad de sorpresa, pero 10 millones de dosis habituales aún son muchas. Después se supo que los trabajadores, comprensiblemente aterrorizados ante la lectura, huyeron sin realizar la preceptiva prueba de confirmación.

MIEDO A LA SAL MARINA Cuando se supo ya fue tarde para evitar un nuevo golpe en la castigada moral de los japoneses. El Gobierno pidió disculpas por lo que calificó como "un error". "El número no es creíble", aseguró la empresa que gestiona la planta. Los 1.000 milieserts detectados representan cuatro veces el límite permitido para los trabajadores. Aún se desconoce la lectura de la prueba de la confirmación, incluso si la hubo. La única información creíble es que la radiactividad del agua encharcada es anormalmente alta incluso en un cuadro tan calamitoso.

La causa también es un misterio, reconoció el Gobierno, que se atrevió a aventurar que "muy probablemente" llega del núcleo dañado de alguno de los reactores. Después de miles de toneladas de agua del mar lanzadas a los reactores, ayer se sustituyó por agua dulce por miedo a que la sal los dañara todavía más.

La cadena de errores y dudas confirma que la crisis supera al Ejecutivo de Naoto Kan. Antes del seísmo tenía un pie fuera por su tozudo fracaso económico y la dimisión de su ministro de Exteriores tras un escándalo de financiación. Ya pueden darse por esfumadas las tenues esperanzas de que de él emergiera un improbable líder capaz de levantar el país tras la mayor crisis desde la segunda guerra mundial.

MALA GESTION DE LA CRISIS Una encuesta de la agencia Kiodo tradujo ayer en números la desconfianza. El 58% desaprueba la gestión de la crisis. Su popularidad bucea en el 28% . Sorprendentemente, es algo superior al 20% anterior. El dato no es ajeno a la actitud amistosa de la oposición y de la prensa durante el desastre y los constantes llamamientos a la unidad.

Las voces críticas se empiezan a escuchar, aunque tímidas. En cuanto la crisis afloje, es previsible que regrese el fragor político que convierte el cargo presidencial en sillón eyectable. Kan es el quinto primer ministro desde el 2006, y ya hay dudas de que el siguiente lo haga mejor.