Linda es una de las pocas chicas de la banlieu de París que ha accedido a una classe preparatoire, los institutos que preparan para las escuelas universitarias más prestigiosas de Francia. En el 2009, con 18 años, la joven se enteró de que la mayoría de las plazas de internado de estos institutos estaban reservadas solo a chicos. Quedarse sin una de ellas, le suponía a Linda perder tres horas cada día en desplazamientos. Decidió crear el movimiento Ouvrons les portes (Abramos las puertas), que acabó obligando al gobierno regional a meter mano contra esa discriminación.

La historia de Linda enorgullece a Livio Riboli-Sasco y Leïla Perié, integrantes de la oenegé Paris Montagne, que han visitado Barcelona este marzo para impartir un taller. En el 2007, Linda participó en una estancia en un laboratorio científico, organizada por la asociación. Livio y Leïla están convencidos de que la experiencia fue importante para que la chica se animara a protestar: para ellos, la ciencia es la vía del compromiso político. De hecho, Paris Montagne se implicó desde el principio en la iniciativa.

Desde el año 2006, esta asociación ha organizado experiencias de investigación para casi 1.000 adolescentes, la mayoría de los barrios más conflictivos del extrarradio de París. Pero también ha actuado en Croacia y Palestina.

Investigación, ciudadanía

"No buscamos que se dediquen a la investigación, sino que la ciencia les sirva para ser ciudadanos activos", afirma Livio, 27 años, investigador posdoctoral en Biología. "La investigación enseña actitudes esenciales para la ciudadanía, a debatir, trabajar en grupo y cuestionarlo todo" apunta. En el 2006, cuando la banlieu parisina estalló, a Livio se le ocurrió enviar a las escuelas de los barrios más problemáticos una invitación para que algunos estudiantes pasaran unos días en su laboratorio y el de algunos amigos. Las respuestas abundaron. "Si les hubiéramos convidado a un debate político, lo habrían rechazado: están decepcionados con la política", explica Livio. "La ciencia los lleva a otro mundo, donde pueden superar el rechazo y ser constructivas", añade.

Los estudiantes se quedan hasta cinco días en un laboratorio, explican los resultados de esta experiencia a los otros participantes y vuelven a encontrarse para cursos especializados y para un festival de ciencia de verano. "Tratamos asuntos científicos con alguna conexión con los problemas de su entorno", explica Leïla, 27 años, investigadora posdoctoral en inmunología, que se unió a la oenegé desde el principio. Por ejemplo, se habla de cooperación entre animales o del sentido de los números. "A la vuelta de esta experiencia, los jóvenes pueden ser actores de cambio, tal como hizo Linda", explica Leïla.

Croacia y Palestina

En enero del 2010 y del 2011, la oenegé promovió experiencias parecidas en Vukovar (Croacia), una ciudad con un 40% de serbios que viven segregados. Durante dos días, 10 niños de cada grupo compartieron debates y experimentos científicos.

"Nos consta que incluso se han hecho amigos en Facebook, algo casi milagroso en ese entorno", explica Leïla. Repetir esta experiencia con jóvenes israelíes y palestinos fue imposible, pero más de 8.000 niños y niñas de Palestina participaron en un festival organizado en noviembre del 2010 con dos universidades locales.

Muchos de los participantes se enamoran de la ciencia. "En una ocasión, 20 jóvenes del proyecto se encontraron con un ganador de la medalla Fields, que es el premio Nobel de las matemáticas --recuerda Leïla-- un chico le preguntó sobre un artículo científico y el matemático admitió que lo desconocía y que iba a estudiarlo: esta experiencia debió darle a ese chico mucha confianza en si mismo".