Con dos heridos más, la central nuclear de Fukushima reclamó ayer de nuevo los focos. El seísmo la arruinó y el tsunami inutilizó los sistemas de refrigeración. Desde entonces ha acumulado humos blancos y negros, explosiones y fugas.

Al mundo le llegan los informes actualizados sobre sus seis reactores y la heroica lucha que libran sus operarios, antes 800 y ahora 200, los más valerosos. La central absorbe tanta atención mediática como radiactividad esparce.

Nada rivaliza con una crisis nuclear, ni siquiera los datos: la central no ha causado ningún muerto; el seísmo y el tsunami acumulan más de 25.000 entre muertos y desaparecidos, a quienes los focos dejaron de apuntar días atrás.

El accidente de ayer eleva a 24 los trabajadores heridos en la planta. Intentaban empalmar unos cables en el problemático reactor 3, el único que contiene plutonio, cuando el agua les llegó a las piernas filtrándose por sus trajes aislantes. Estaban expuestos a 170 milisieverts, por debajo de los 250 permitidos. La gente común recibe una media de dos milisieverts en todo un año y los riesgos de padecer cáncer se disparan por encima de 100, cifra que ya han superado 17 empleados, según admitió ayer la operadora de la central.

La radiación que recibieron sobre la piel los dos trabajadores produce quemaduras y puede dañar la médula ósea. Ambos fueron trasladados al hospital y su estado se desconoce. Un tercero también resultó herido, aunque de menor gravedad.

DIVISION DE OPINIONES Los expertos no se ponen de acuerdo sobre la situación de la central, aunque sí es evidente que los días más difíciles han quedado atrás. Se plantea si pueden regresar. Dos de los seis reactores están bajo control y los restantes se alternan diariamente el título del más preocupante. El resumen del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) dice que ha habido "importantes mejoras" pero que persiste una "grave preocupación".

"Los reactores están ahora más estables, el calentamiento se ha reducido y es más fácil llevar agua para refrigerarlos, lo que facilita que los niveles de radiación caigan", opinó para la agencia Reuters Peter Hosemann, experto de la Universidad de California. Los más optimistas creen que el problema estará finiquitado en dos semanas. Frank Barnaby, asesor nuclear del Oxford Research Group, explica a este diario por correo electrónico que aún es pronto para cantar victoria: "No está bajo control. Su estado podría empeorar y no son descartables más fugas radiactivas. Otra explosión es más que posible".

ESTANTES VACIOS A 250 kilómetros al sur, en la capital, el desvelo es por si la radiactividad sigue extendiéndose por la cadena alimentaria. El Gobierno dijo ayer que el agua del grifo regresaba a niveles no peligrosos, después de que el miércoles recomendara a los padres que no se la dieran a sus hijos. La rectificación oficial careció de efectos. A primera hora de la mañana era prácticamente imposible encontrar un solo botellín de agua en muchas tiendas de Tokio. "Fui previsora. Ayer compré tres litros. No beberé agua del grifo en meses", asegura una estudiante que ha acudido a la cafetería con un botellín en el bolso y ha rechazado el agua ofrecida por la camarera.

El Gobierno, "por si acaso", repartirá agua, a razón de tres botellas de medio litro por niño. La crisis amenaza con provocar escasez de agua embotellada. Los mayores productores nacionales dicen no dar abasto a pesar de trabajar por encima de sus posibilidades. Las autoridades no descartan importarla.