En septiembre del 2008, con el estallido de la crisis financiera, se llegó a plantear el final del capitalismo. Con el accidente en la central de Fukushima se han removido los cimientos incluso de la política nuclear alemana. Y de la española, que últimamente parecía dispuesta a reflorecer. ¿Es el final de la energía atómica? Seguramente, como sucedió con la debacle nacida en Wall Street, lo que pasará es que se producirán reformas, nuevos protocolos de seguridad o rediseño de instalaciones y el replanteamiento de la política energética global, pero a medio y largo plazo.

Según los analistas, se producirán reformas, pero difícilmente desaparecerá de la noche a la mañana una fuente de energía con la que se producen en torno a 14 de cada 100 kilovatios (KW) que se consumen en el mundo. En España, donde la quinta parte de la electricidad consumida es de origen nuclear, el consenso de los expertos es que se requiere un plazo de dos o tres décadas años para poder vivir sin centrales nucleares. ±Sustituirla de hoy para mañana es imposible. Y si se pretende suprimirla, la decisión que se tome hoy no se podría poner en práctica hasta dentro de unos 20 o 30 añosO, explica José María García Casasnovas, miembro de la comisión de energía del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña.

DEMANDA BASE El debate, al menos así lo ha puesto de manifiesto lo ocurrido hace una semana en Fukushima, debe ir más allá de las meras cifras económicas. Lo que realmente inquieta a los ciudadanos --y así lo reconocen la Unión Europea y los gobiernos que han anunciado que revisarán sus centrales-- es la seguridad, tanto de los reactores como de los residuos. Parecía que todo estaba bajo control, pero Japón lo ha puesto en evidencia. Por no mencionar las razones medioambientales, que después de años en el olvido han vuelto a la escena pública.

El papel de la energía atómica es el de "cubrir la demanda base", es decir, proporcionar estabilidad al sistema, como hacen las centrales de gas (ciclos combinados), que cubren las paradas de la eólica o solar cuando no sopla el viento o está nublado. De hecho, algunas voces sugieren que sean las plantas de ciclo combinado --que no requieren de una inversión excesivamente costosa-- las que tomen el relevo de las nucleares, en caso de cierre de estas últimas. La propuesta, sin embargo, no convence a los colectivos ecologistas, que alertan de las altas emisiones de gases con efecto invernadero que producen las centrales de gas.

La industria nuclear solo ha recibido impulso cuando se la ha respaldado con fondos públicos. El presidente de EEUU, Barack Obama, que ahora, como la alemana Angela Merkel ha anunciado que revisará sus planes nucleares, preveía dedicar miles de millones de dólares en créditos blandos para estimular una nueva generación de nucleares.

VIVIR DEL SUBSIDIO Y ahí está precisamente la trampa. "El lobi nuclear ha hecho creer a la opinión pública que la atómica es una energía barata y eso no es cierto: las nucleares solo han sido capaces de sobrevivir gracias a los subsidios públicos", denuncia José Luis García, responsable del área de Energía en Greenpeace España.

"Hoy en día la generación de electricidad mediante energía nuclear es más cara que la eólica, comparable en precio a la hidroeléctrica, pero más barata que la fotovoltaica", admite el activista.

Aunque precisa: "Los costes de las renovables están disminuyendo gracias al progreso en el incremento de la eficiencia y reducción de costes". Es, en su opinión, una cuestión de voluntad política.

En el otro lado de la balanza, los pronucleares apuestan por alargar la vida de las instalaciones existentes, ya que están plenamente amortizadas y proporcionan un flujo de ingresos neto sustancial para las eléctricas que las explotan.

Un análisis realizado por la consultora Price Waterhouse Coopers (PWC) refleja que España se ahorraría unos 7.000 millones en inversiones hasta el 2030 y se ahorraría más de 2.000 millones al año en la factura eléctrica.