Japón cerró exhausta su semana más larga desde la segunda guerra mundial y todavía tiene por delante una doble tarea homérica: la crisis nuclear y la humana. La cifra de muertos, que alcanza los 6.911, convierte a este terremoto en el peor de los últimos 90 años, superando al de 1995 en Kobe. La batalla contra el monstruo de Fukushima ofrece dos lecturas: sigue sin control y en permanente amenaza, pero aún no ha explotado. Por lo que se ha visto en días pasados, se puede juzgar como un éxito o también un milagro.

Japón elevó al fin la categoría del desastre del nivel 4 al 5 sobre una escala de 7. La nueva categoría hace referencia a los accidentes "con consecuencias de alcance mayor". Iguala a la crisis de la central de Three Miles Island, en Estados Unidos en 1979, y ya solo es superada por la de Chernóbil de 1986. Francia ya dijo la semana pasada que le correspondía el nivel 6. No es la única divergencia en cuanto a la gravedad. Según Tokio, la radiación no es peligrosa para la salud humana más allá de los 20 kilómetros de exclusión en torno a la central, mientras Estados Unidos recomienda no acercarse a menos de 80 kilómetros.

EL AGUA NO BASTA Ayer se citó con frecuencia a Chernóbil. Por primera vez, los ingenieros japoneses concedieron que enterrarla bajo tierra y cemento podría ser la única solución para evitar una fuga radiactiva catastrófica. Implica el reconocimiento de que los recursos tibios actuales, tales como arrojar agua desde helicópteros, no bastan. "No sería imposible, pero nuestra prioridad por el momento es enfriar la planta", dijo un oficial de Tepco, la compañía que la gestiona. "Tres de los seis reactores fueron apagados y los otros tres ya son inutilizables porque han sido cubiertos con agua marina. Estos últimos tendrán que ser desmantelados de todas formas, así que enterrarlos es una buena solución", explica por correo electrónico a este diario Frank Barnaby, asesor nuclear del Oxford Research Group.

FUERTE VIENTO Por ahora se sigue arrojando agua desde camiones con cañones y helicópteros, una tarea dificultada por el fuerte viento. Ayer, sin embargo, las 130 toneladas de agua consiguieron bajar la radiactividad ligeramente. Pero por otro lado, inquietantes columnas de humo blanco salían de los reactores 2, 3 y 4. El más preocupante es el 3, por contener plutonio. Desde la capital se dirigen hacia la zona 130 bomberos con el objetivo de reforzar la operación. Se espera que hoy pueda ser conectada al fin una línea de electricidad que permita arrancar las bombas de refrigeración de la planta y dé un respiro a la situación por la que atraviesan los japoneses.

En paralelo a la seguridad nuclear, los problemas en la central más importante del país están maltratando la red eléctrica nacional y causando apagones continuos en la capital y en amplias zonas del noreste.

PROBLEMA GLOBAL La solución del cemento constata que "el tiempo se acaba", dijo ayer Yukiya Amano, director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. Esta organización realizará a partir de ahora sus propias mediciones. Según Amano, es importante que "toda la comunidad internacional se una en la ayuda", porque el problema hace tiempo que dejó de ser solamente japonés.

El primer ministro, Naoto Kan, volvió a insuflar ánimos a través de un discurso en la televisión a una nación traumatizada. "Superaremos esta tragedia y nos recuperaremos y, una vez más, reconstruiremos Japón". Los más necesitados de ánimo son los 700.000 refugiados a causa del terremoto y el tsunami, que están eclipsados por la urgencia nuclear. Permanecen en condiciones infrahumanas en refugios temporales, con frío, hambre y en muchos casos sin agua ni electricidad.

La fuerte nevada del miércoles y las bajas temperaturas perjudican las tareas de rescate y reducen las esperanzas de encontrar a más supervivientes. La cifra oficial de desaparecidos alcanzó los 10.300, aunque se espera que sean bastantes más. Muchos cuerpos no se recuperarán porque fueron arrastrados mar adentro por la ola en su retroceso o están enterrados en el barro.

100.000 NIÑOS SIN HOGAR "Hay familias alrededor de hornillos buscando algo de calor. Los niños son los más débiles y vulnerables a las fiebres y las infecciones de pecho", dijo ayer la organización Save The Children, según la cual el binomio seísmo- tsunami ha dejado sin hogar a unos 100.000 niños.