Una acción coordinada de los bancos centrales de los países ricos logró ayer estabilizar el valor del yen y calmar los mercados bursátiles, en un intento de evitar que el devastador terremoto de Japón derive en graves consecuencias económicas. Japón consiguió el apoyo de sus socios del G-7 (EEUU, el Reino Unido, Canadá, Alemania, Francia e Italia) para intervenir conjuntamente el yen por primera vez en la última década.

La Reserva Federal estadounidense, el Banco Central Europeo y los emisores británico y canadiense acordaron vender yenes para frenar su escalada. La decisión de esta intervención sincronizada se adoptó durante una conversación telefónica el jueves por la noche. Los inversores estiman que el Banco de Japón compró más de 17.000 millones de euros, pagando con yenes con el objetivo de debilitar efectivamente el valor de la divisa. La apreciación del yen estaba provocada por la certeza de los mercados de que Japón necesitará recurrir a un gran volumen de fondos para la reconstrucción posterior al tsunami.

EL EFECTO DE LIBIA El dólar llegó a intercambiarse el jueves a 76,25 yenes, su nivel más fuerte desde el final de la segunda guerra mundial. Tras el anuncio del G-7, poco después de que abriera el mercado de Tokio, el dólar alcanzó un máximo de 81,98 yenes, para cerrar la jornada en 80,84 yenes. Las principales plazas financieras cerraron en verde, con Tokio a la cabeza, como respuesta a la acción concertada del G-7. También contribuyó el alto el fuego en Libia, que hizo bajar el precio del petróleo. Después de la moderada caída del miércoles y las jornadas negras del lunes y el martes, la Bolsa de Tokio cerró con un aumento del 2,72%.