La empresa propietaria reconoció ayer por primera vez que se ha planteado construir un sarcófago de hormigón y arena sobre el complejo nuclear Fukushima 1, donde cuatro de sus seis centrales se encuentran en situación crítica. Pensar en un sarcófago, la alternativa desesperada empleada tras el desastre de Cher- nóbil, equivale a asumir que hay un riesgo de que todo salga mal. Sería la última alternativa.

La Tokyo Electric Company (Tepco) insistió en una rueda de prensa que el sarcófago protector solo se construiría si todos los esfuerzos para rebajar la temperatura fracasan y si es inevitable una emisión descontrolada de radiactividad. Entonces, solo entonces, la empresa propietaria decidiría cubrir la central para confinar los peligrosos materiales. "No es imposible encapsular los reactores en hormigón, pero nuestra prioridad es tratar de enfriarlos", afirmó un portavoz.

El sarcófago no es una medida para evitar los daños, para salvar los reactores, sino para que las fugas puedan ser minimizadas en caso de que acontezca una catástrofe. De hecho, la construcción de la cobertura no podría empezar de forma inmediata, sino que los edificios deberían permanecer a cielo abierto durante semanas, incluso meses, hasta que la temperatura se redujera en gran manera. Si no se obrara así, el calor latente podría resquebrajar cualquier cosa que se colocase encima. Y durante esa espera, claro está, el combustible nuclear a la intemperie seguiría emitiendo radiactividad. "Meter hormigón ahora no haría más segura la central. Solo al final", dijo a la agencia Reuters el profesor Murray Jennex, de la Universidad de California en San Diego.

Para evitar los problemas surgidos en Chernóbil, con el viejo sarcófago actualmente lleno de fisuras, en Japón debería planificarse una compleja malla metá- lica que tendría que construirse lejos y transportarse luego hasta la central. Posteriormente, camiones y helicópteros rociarían el interior con hormigón.