Los accidentes nucleares ya se integran en la rutina cotidiana japonesa. La nueva explosión, también en la central de Fukushima, es otro boleto más en la rifa del desastre nuclear y revela la ardua tarea que encara Tokio. Japón, que el domingo ya había elevado la actual crisis a la mayor desde la segunda guerra mundial, pidió ayer ayuda internacional para atajar el colapso de su entramado atómico.

La petición oficial se envió al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la agencia de la ONU que vela por su uso pacífico. La OIEA, que había ofrecido su asistencia el sábado, enviará un equipo de expertos en cuanto se cierren los detalles de la colaboración.

FUSION RADIACTIVA Horas antes, la planta de Fukushima había sufrido su enésima explosión. Fue en el recipiente secundario del reactor 3, como consecuencia de la acumulación de hidrógeno, y provocó heridas a 11 personas. El Gobierno descartó una fuga radiactiva, ya que los contenedores, elaborados con hormigón y acero para mantener aislado el reactor, no han sufrido daños. El núcleo, añadió, permanece intacto.

El cuadro de problemas se completa con los reactores 1 y 2, que se están intentando refrigerar a marchas forzadas después de que las barras de uranio quedaran expuestas. Si no se consigue, se incrementaría el riesgo de fuga radiactiva y el de una fusión nuclear. Los expertos señalan que los reactores 1 y 2 están "estabilizados por el momento", pero que preocupa el 2. Los operarios seguían ayer inyectándole agua marina para enfriarlo.

"No tenemos evidencia de exposiciones radiactivas peligrosas para la salud", dijo ayer un representante del Ejecutivo japonés. A lo largo del día también se confirmó que 22 personas habían resultado contaminadas y que hasta 190 podrían estar expuestas. Las evacuaciones se extendieron ayer a 80.000 personas más que vivían en un radio de 20 kilómetros en torno a la central, y que se añaden a las 450.000 previas. La Agencia de Seguridad Nuclear ha pedido a las 600 personas que se encuentran todavía dentro de ese radio que, mientras no sean trasladadas, no salgan de sus casas.

La Marina estadounidense apuntaló ayer la creencia de que la situación es más grave de lo que reconoce Tokio. Su flota de aviones y barcos desplazados a la zona en tareas de ayuda fue retirada después de que se midieran los niveles de radiación. El portaviones USS Ronald Reagan, que estaba a 160 kilómetros de la central, aún se alejó más.

Francia ya aconsejó a sus ciudadanos en los días previos que no viajaran a Tokio, a 240 kilómetros de Fukushima, si no era por razones excepcionales.

"ESCENA INFERNAL" El día trajo las acostumbradas réplicas, a las que la población está acostumbrada, y el aumento de las cifras de muertos. Las autoridades creen que el terremoto de 8,9 grados del viernes y el posterior tsunami han causado unos 10.000 muertos. Unos 2.000 cadáveres se encontraron ayer en dos localidades costeras. "Es una escena infernal, una pesadilla", resumió Patrick Fuller, de la Cruz Roja Internacional.