El desvelo de los japoneses y de su Gobierno era una economía estancada durante dos décadas. Visto con tres días de perspectiva, parece una broma. Japón encadena catástrofes sin pausa ni parangón, como esas que nutren su cinematografía clásica. Un terremoto, un tsunami y fugas nucleares. La crisis ha sido etiquetada por su primer ministro, Naoto Kan, como "la más grave desde la segunda guerra mundial".

El discurso de Kan es el de un líder que acude a una cita con la historia. Ayer pidió fortaleza y optimismo. La situación, dijo, es "preocupante pero no comparable a Chernobil", y se alargará "aún unos días más". La recuperación "no será fácil, pero dependerá de cada uno de nosotros", añadió. Y acabó pidiendo a sus ciudadanos que vean la oportunidad de "construir un nuevo Japón". Como sucedió después de la pesadilla de Hiroshima.

ESCEPTICISMO POPULAR Ocurre que el Ejecutivo de Kan arrastra dos años de escepticismo popular que esta crisis no ha mitigado. Al Gobierno se le acusa de reaccionar mal y tarde, sobre todo en la gestión de la amenaza nuclear. No parece de recibo que Japón, cumbre de la tecnología global, enfríe un reactor con agua del mar, ni que sus ciudadanos con una radiactividad alta sean duchados con agua y jabón.

El peligro nuclear ha desbancado ya a seísmos y tsunamis. Japón se enfrenta a la fusión nuclear, que ocurre cuando el núcleo del reactor se recalienta hasta dañar el envoltorio y la radiación se filtra al exterior. El reactor 3 de la central de Fukushima, a 240 kilómetros al noreste de Tokio, padece problemas similares al reactor 1. Las autoridades no descartan una fusión parcial en ambos. "Se ha liberado radiación al aire, pero no hay datos que acrediten que es una gran cantidad". Cálculos oficiales la equiparan a la cantidad recibida en un año o a la de tres radiografías de estómago.

DUDAS SOBRE LA FIABILIDAD El ministro portavoz, Yukio Edano, puntualizó que la explosión podría producirse en el recipiente de contención secundario por la acumulación de hidrógeno. "Suponemos que la fusión ha tenido lugar, aunque no podemos verlo, porque está dentro del reactor", dijo del reactor 1. Sobre el 3, consideró la fusión como muy posible. El nivel de agua ha descendido hasta dejar a la vista tres metros de barras de combustible. La radiactividad ya ha superado los niveles de seguridad en los aledaños de la planta. Eso justifica "la situación de emergencia", pero sin implicar un peligro para la salud.

Los achaques se extienden a otras plantas, en lo que parece un colapso del entramado nuclear. En la planta de Onagawa, la más próxima al epicentro, se decretó el estado de emergencia por un aumento de la radiación. Y en la de Tokai, a 120 kilómetros de la capital, también falló el sistema de refrigeración.

La crisis plantea dudas sobre la robustez de las plantas japonesas. La de Fukushima suma ya 40 años y su cierre, previsto para este, se sorteó con una prórroga. La empresa que la gestiona ha tenido problemas de corrupción.

Unas 300.000 personas han huido ya de las zonas más cercanas a las centrales. No son los únicos desplazados. Un organismo de la ONU ha señalado que otras 300.000 están viviendo en algo más de 2.000 puestos de acogida después de que el terremoto y el tsunami afectaran a sus localidades de residencia.

Las ciudades empiezan a tener problemas de suministro. En Koriyama, que recibe un flujo creciente de refugiados, hay escasísimos restaurantes abiertos. Uno de ellos, atiborrado de clientes inmunes en apariencia a las continuas réplicas, solo sirve ternera y ensalada. También la estación de tren y muchos comercios permanecen cerrados. En los 7-eleven apenas hay cuatro bebidas entre estantes vacíos. En una zona cercana al terremoto se han ofrecido el equivalente a 1.000 euros por una garrafa de gasolina. Sigue aumentando la cifra de muertos del seísmo de 9 grados (Japón lo revisó al alza ayer una décima) que fue seguido de un tsunami con olas de hasta 10 metros de alto. Son 977 muertos, a los que presumiblemente deberán sumarse los 10.000 habitantes de la localidad de Minamisanriku, borrada por la pared de agua. A todo ello, la agencia metereológica japonesa advirtió ayer de que existe un riesgo elevado de que hasta el miércoles se produzca un nuevo seísmo de, como mínimo, 7 grados en la escala Richter.

Un hombre de 60 años es el paréntesis breve en la crónica negra nipona. Hiromitsu Shinkawa, que fue arrastrado por el tsunami 15 kilómetros mar adentro, fue encontrado ayer aferrado a una parte del tejado de su casa. El hombre, en milagroso buen estado, fue descubierto por un destructor y trasladado en helicóptero.