Es pronto aún, y muy complicado --con decenas de pueblos aislados por la catástrofe, el trabajo de los equipos de rescate interrumpido por las réplicas y grandes porciones de territorio cubiertas por el agua-- elaborar una estadística aproximada de las vidas que se llevó la catástrofe del viernes, pero las autoridades japonesas ya trabajan con el supuesto de que no son menos de 10.000. Es la cifra que maneja la policía, una estadística sin duda provisional y sujeta al avance de las tareas de rescate.

Los cadáveres, de momento, se encuentran por centenares. En la localidad costera de Higashimatsushima, las autoridades hallaron ayer más de 200 cuerpos sin vida, mientras que el Ejército rescató otros 300 o 400 de entre los escombros del puerto de Rikuzentakata. A última hora de la noche, el recuento oficial hablaba de 688 muertos y 642 heridos.

Además de localizar y retirar cuanto antes los cadáveres --para evitar la propagación de enfermedades--, la gran preocupación del Gobierno es llegar con ayuda a las zonas incomunicadas por la catástrofe, donde la población superviviente ha quedado sin apenas medios para subsistir. De ahí que el ministro de Defensa, Toshimi Kitazawa, haya decidido doblar a los soldados movilizados para el rescate, de 50.000 a 100.000. La ONU informó de que "numerosas regiones a lo largo de la costa noroeste permanecen aisladas e inaccesibles".

Casi medio millón de personas --sin contar las más de 200.000 que viven cerca de la central nuclear de Fukushima-- han sido ya evacuadas. Hay, de momento, más de 2.000 albergues ocupados, todos al máximo de su capacidad.