Cada día que pasa el desastre del vertido de petróleo en el golfo de México tiene peores dimensiones. Ninguna de las soluciones ideadas hasta ahora por British Petroleum (BP) está dando los resultados esperados, y la última no es la excepción. "No pudimos detener el flujo", tuvieron que reconocer los responsables de BP el sábado por la noche. De nada habían servido los cerca de 30.000 barriles de lodo pesado y otros materiales que habían inyectado en una de las tuberías de la plataforma hundida el pasado 20 de abril. La situación es tan grave que la asesora de Energía y Medioambiente de la Casa Blanca, Carol Browner, dijo que el derrame es "posiblemente el peor desastre ecológico" de la historia de EEUU.

Mientras tanto siguen contaminándose las costas de Luisiana y Misisipí con restos de la marea negra y se ven amenazadas las playas de Alabama y Florida. La frustración de las comunidades afectadas continúa en aumento, la petrolera se siente arrinconada y arrecian las críticas contra la actuación del Gobierno.

ENFURECEDOR Y DOLOROSO El presidente estadounidense, Barack Obama, que un día antes había visitado la zona afectada, no pudo ocultar su frustración y se refirió al fracaso de la operación, bautizada Top kill, como algo "tan enfurecedor como doloroso". Lo cierto es que casi seis semanas después del accidente en la plataforma Deepwater Horizon el crudo sigue saliendo a espuertas. Por eso no hay tiempo que perder, y BP ya trabaja en una nueva alternativa.

En estos momentos, la Casa Blanca y la empresa británica actúan en dos frentes, con dos escenarios diferentes y distintos tiempos. Por un lado --y a muy corto plazo-- intentan dar con una solución que permita disminuir en parte el ingente flujo de crudo que desde hace semanas está brotando al mar desde el pozo hundido; según las últimas estimaciones oficiales asciende ya a entre 12.000 y 19.000 barriles diarios. Probaron primero con unas campanas de acero, y no funcionó. Intentaron después inyectar lodo pesado y otros residuos, y tampoco dio resultado. Ahora todas las miradas están puestas en unas tuberías del pozo, ubicadas a 1.500 metros de profundidad, que los ingenieros de BP quieren cortar usando robots submarinos operados por control remoto. Una vez cortados se procederá a sellarlos con unas válvulas gigantes en forma de embudo. Solo al cabo de cinco días se conocerá si la operación tuvo éxito.

SEGUNDO POZO Por otro lado, los empleados de la petrolera trabajan desde hace semanas en un segundo pozo petrolífero a no mucha distancia del que resultó averiado el pasado 20 de abril. Es el reemplazo, que se hará efectivo una vez concluidos los trabajos de perforación. Los responsables de la empresa británica confían en que esta será la solución definitiva.

En cualquier caso, los ingenieros que trabajan en el segundo pozo reconocen que no estará listo antes de un par de meses, lo que quiere decir que en el mejor de los casos, y siempre que los trabajos tengan éxito, el flujo de crudo no estará completamente cerrado hasta agosto.

Según los datos de la comisión de expertos del Gobierno, la plataforma vierte al mar entre 1,9 millones y 2,9 millones de litros de crudo cada día. Cumplidos 40 días desde la explosión, estamos hablando de entre 76 y 116 millones de litros de petróleo vertidos al mar. Para que el lector se haga una idea, en el desastre del Prestige se vertieron frente a las costas de Galicia unos 72 millones de litros. En el caso más famoso, el del Exxon Valdez, fueron 48 millones de litros.