El biólogo y empresario estadounidense Craig Venter anunció hace tres años que se disponía a crear vida artificial en un laboratorio y ayer, pese a todos los incrédulos, presentó en sociedad los resultados: una auténtica bacteria sintética, es decir, fabricada por el hombre. A Venter, que en el año 2000 presentó el primer borrador del genoma humano, le gusta competir con Dios, y lo demuestra con hechos. "Estamos entrando en una era en la que nuestro único límite lo impondrá nuestra imaginación", explica el empresario en un comunicado emitido por el instituto que lleva su nombre.

La filigrana científica, cuyos detalles publicó anoche la revista Science, tiene como objetivo fabricar a medida bacterias que funcionen como vacunas, que generen energía o nuevos ingredientes alimentarios y que sean capaces de degradar el petróleo, pone como ejemplos el propio Venter. Todavía le queda mucho trabajo, pero el paso dado era esencial. Grosso modo , lo que ha hecho su equipo ha sido fabricar un sencillo genoma artificial a partir de sus componentes básicos, luego lo ha introducido en una bacteria desprovista de ADN y, finalmente, de todo ello ha surgido una célula viable. Los pasos los había realizado con anterioridad el propio Venter, pero nunca el proceso completo. Que el resultado puede ser considerado vida es otra cuestión porque, obviamente, no se trata más que de células bacterianas.

EL PROCESO Y EL RESULTADO El ADN que se ha reproducido es el de la bacteria Mycoplasma mycoides, implicada en diversas infecciones humanas y ganaderas. Primero, los investigadores fabricaron sus unidades básicas con síntesis química --que es el paso más difícil y largo-- y luego las ensamblaron como si fueran piezas de un puzle. Como mantenerlas unidas no era nada fácil, se introdujeron momentáneamente en una célula de levadura que ayudó a la fusión y evitó la degradación. Con posterioridad, el código sintético fue introducido en un célula recipiente de otra bacteria parecida, Mycoplasma capricolum, que antes había sido desprovista de su ADN.

Muy pronto, en apenas unos segundos, el nuevo genoma se adueñó de la bacteria y desapareció la huella de la antigua. La nueva bacteria, que ya ha sido patentada, expresaba únicamente las proteínas de la bacteria sintetizada, es decir, se había convertido en una especie diferente. "Cuando cambias el software interno de la célula es como si la reiniciaras", explica Venter.

En total han sido 15 años de trabajo, aunque solo dos consagrados por entero al mismo menester. Venter reconoce que fueron necesarios muchos intentos para que la célula cobrara vida y empezara a replicarse.

La inversión ha sido muy cuantiosa --unos 32 millones de euros-- pero Venter tiene claro que en un plazo razonable se podrá recuperar, gracias a las enormes implicaciones industriales que tiene. "Poseemos una potente herramienta para decidir qué queremos hacer en biología", asegura convencido. El empresario siempre reitera el mismo ejemplo: "Queremos crear algas capaces de capturar dióxido de carbono y de transformarlo en hidrocarburos. Así evitaríamos tener que extraer más petróleo". Ningún alga actual es capaz de hacerlo con la eficiencia necesaria para combatir el cambio climático, insiste. El biólogo también alude a implicaciones médicas: gracias a la técnica, dice, "seremos capaces de reducir el tiempo de fabricación de la vacuna de la gripe en un 99%".

En cuanto al debate ético, Venter se limitó a comentar ayer que había pedido asesoramiento a organismos oficiales. No dijo nada ni de patentes ni de armas bacteriológicas, pero se hablará de ello. Seguro.