Jordan Romero intenta hacer cumbre esta semana en el Everest, a sus vertiginosos 8.848 metros de altitud, aprovechando una breve época de buen tiempo. Nada nuevo, parece, porque ahí, en las dos caras del monte (Jordan sube desde el norte, desde el Tibet), hay decenas de escaladores más. Pero Jordan está llamando la atención entre las otras expediciones: solo tiene 13 años. Y el niño californiano va en busca de un récord; hasta ahora, los más jóvenes en alcanzar el techo del mundo han sido la nepalí Ming Kipa, con 15 años, y su compatriota Temba Tsheri, con 16, que en su primer intento fallido, con un año menos, perdió cinco dedos por congelación.

Segundo de ESO. Categoría infantil en el fútbol base. Eso suelen hacer los chavales de 13 años. Pero, ¿subir el Everest, montaña exquisita pero también mortal, con más de 200 muertos en su haber? La ascensión de Jordan, junto a su padre, la novia de éste y unos sherpas tibetanos, ha generado ya un vivo debate sobre el límite de edad para ciertas aventuras. "Me siento muy preparado, tanto emocional como físicamente. Quiero hacer algo grande, vivir esta experiencia, pero si me encuentro mal, daré la vuelta. No estoy obsesionado con ningún récord", decía el joven californiano antes de partir de Kathmandu hacia China. Por la parte sur no puede ascender, porque Nepal ha impuesto un mínimo de edad de 16 años para acceder a las rampas del Everest.

Madurez psicológica

"No es cuestión de si es capaz de hacerlo o no, sino que un chaval de 13 años no tiene la madurez física ni psícológica para subir al Everest. ¿Qué decisiones tomará cuando se encuentre en problemas?" Quien se pregunta estas cosas es un padre de una niña de 5 años, pero sobre todo un alpinista experimentado. Sergi Mingote coronó el Everest en dos ocasiones, por ambas vertientes. "Todas las grandes exploraciones en el mundo están hechas ya. Parece que ahora se busca ya solo el récord, como ahora el más jóven... Es un problema", lamenta.

Un mismo tipo de récord que, por ejemplo, persigue la holandesa Laura Dekker, que con 14 años quiere dar la vuelta al mundo en solitario en un velero. De momento, un juez se lo prohibió, obligándole, entre otros, acudir al colegio. Pero la joven sigue preparando su barco y está decidida partir este verano camino de Canarias, su primera etapa. Mientras, el pasado fin de semana ese record de precocidad en los mares del mundo fue batido, de momento, por la australiana Jessica Watson. Salió de Sydney el 18 de octubre y completó la vuelta al mundo en menos de siete meses, justo antes de cumplir ayer los 17 años.

"Es una barbaridad, un despropósito", sentencia Guillem Turró, profesor de instituto que está acabando su tesis doctoral sobre valores, educación y deporte. "¿Una gran experiencia, un buen aprendizaje? Claro que no. Es una barbaridad pedagógica. Hay que usar el sentido común. ¿Quién iría con su hijo de 13 años a una montaña donde ha muerto mucha gente? A esa edad, no tienes la misma percepción del riesgo".

La joven regatista Laura se defiende con el hecho de que ella nació en un barco, precisamente cuando sus padres estaban dando la vuelta al mundo, y que ya ha surcado muchos mares.