Tras varios meses en los que la Conferencia Episcopal Española (CEE) se limitó a pronunciamientos generales contra la reforma de la ley del aborto, su secretario general y portavoz, Juan Antonio Martínez Camino, pasó ayer a lo concreto durante una exposición sobre el "derecho a la vida" que incluyó algún aviso a los diputados que acuden a misa pero piensan votar a favor de la ley. Si lo hacen, advirtió el obispo, "están objetivamente en pecado público mortal y no pueden ser admitidos en la sagrada comunión". Es decir, que en principio es deber de cada párroco seguir las votaciones de la norma --previstas, como mínimo, a partir de finales de noviembre--, saber qué parlamentarios apoyan el cambio y, si acuden a su iglesia y desean comulgar, decirles que de eso, nada. Las palabras del prelado fueron condenadas por el Gobierno, CiU y PNV. Incluso hubo un par de parlamentarios del PP, partido contrario a la reforma, que se distanciaron.

El obispo ligó el aborto con los regímenes de Hitler y Stalin y sostuvo que los políticos, más allá del pecado que acarrea la prohibición de comulgar, pueden caer en algo más grave: si explicitan que consideran lícito acabar con la vida de un ser humano --y para la Iglesia hay un ser humano desde el momento de la concepción--, se convertirían en "herejes", y, como tales, serían excomulgados de forma latae sententiae, lo que equivale a la expulsión automática. Si bien, concluyó Camino, "incluso el aborto tiene perdón".

El diputado de CiU Pere Macias, como "cristiano católico", lamentó "profundamente" las palabras del obispo; al número dos del Grupo Parlamentario Socialista, Eduardo Madina, le retrotrayeron a "hace 60 años"; el PNV, partido que apoya la reforma pese a ser de raíz católica, rechazó las "intromisiones" en "materias legislativas"; y la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, apuntó que la Iglesia es "mucho más" que Martínez Camino. Sin embargo, lo más reseñable ocurrió en el PP: el diputado del PP, Jorge Fernández Díaz, corrigió al prelado al decir que él "lo hubiera dicho de otra manera", y, por último, la parlamentaria Celia Villalobos recordó la "clarísima" separación entre la Iglesia y la política. Nadie respaldó al obispo.