Hace medio siglo, el hermoso lago Chad medía unos 28.000 kilómetros cuadrados y era una bendición para los cuatro países africanos bañados por sus aguas: Chad, Níger, Nigeria y Camerún. Hoy, en cambio, es un lago enfermo, 10 veces más pequeño, que corre el riesgo de desaparecer del mapa en el plazo de dos décadas, según los augurios hechos públicos por la FAO, la organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Las dunas acechan por el norte.

El Chad es un lago poco profundo --siete metros en su punto máximo-- cuyas orillas varían de forma acusada con la llegada de la temporada lluviosa (junio) o seca (diciembre). Los escasos cálculos, además poco sistemáticos, estiman que la superficie ocupada por el agua oscila hoy en día entre un máximo de 4.000-6.000 kilómetros cuadrados y un mínimo inferior a 1.000. Eso sí: la variabilidad no debería preocupar en absoluto porque existe ahora y ha existido siempre. Si las tierras que rodean el lago son prósperas para la agricultura es porque las inundaciones les aportan ricos nutrientes.