Las prolongadas jornadas laborales de los padres tienen unos efectos indeseables sobre los hijos en edad escolar. Los centros educativos mantienen los mismos horarios de hace un siglo, pero las sociedades modernas poco tienen en común con esa organización. Entre las manifestaciones de ese desencuentro sobresale la proliferación de niños llavero, un término acuñado para referirse a los que llevan un juego de llaves a edades impropias porque cuando salen del colegio no hay nadie en casa. A su lado son legión los sobrecargados de actividades extraescolares.

Las aulas suelen cerrar a las cinco de la tarde, hora en que una jornada laboral convencional no ha concluido. Es entonces cuando nadie está en casa para ayudar a los alumnos en sus tareas académicas, una circunstancia que no es ajena a los elevados índices de fracaso escolar. A veces los niños no están solos, sino acompañados de abuelos o familiares, pero nadie les presta la atención o el apoyo requerido.