Cuando Cuando en el 2004 el presidente de EEUU George W. Bush anunció su intención de instalar una base estable en la Luna en el plazo de dos decenios, la declaración pudo parecer descabellada. Sin embargo, hoy, cuando se cumplen 40 años de la llegada del hombre al satélite, los científicos coinciden en que el proyecto es técnicamente viable. "Hay mucho trabajo por hacer, pero no hay dificultades insalvables", afirma Haym Benaroya, ingeniero de la Universidad Rutgers, en EEUU, que ha dedicado los últimos 20 años al diseño de viviendas lunares.

Cuestión aparte es que existan los recursos suficientes y la voluntad política para que la agencia espacial estadounidense, la NASA, pueda llevar a cabo finalmente el proyecto, bautizado como Constellation. Razones para volver y quedarse allí no faltan. Según Benaroya, "los recursos de la Luna son preciosos: abunda el helio 3, el combustible de las futuras centrales de fusión nuclear".

La Luna sería también un entorno ideal para llevar a cabo experimentos sin la gravedad y las perturbaciones electromagnéticas terrestres. Por otro lado, el esfuerzo revertiría en fomentar vocaciones científicas. Finalmente, y sobre todo, una base estable en la Luna sería el ensayo general para viajar a Marte.

Que una base lunar sea un plan viable no significa que el satélite sea fácil de colonizar. La inexistencia de atmósfera hace que los meteoritos y las radiaciones lleguen directamente a la superficie. Protegerse es el primer reto para sobrevivir. Además, se desconoce el efecto fisiológico de una falta prolongada de gravedad. De momento, los astronautas encaran estos problemas incrementando su actividad física.

NUEVOS MATERIALES La protección de radiaciones y meteoritos se obtendría enterrando la mayoría de las infraestructuras. "Muy probablemente, las primeras casas lunares serán unos cilindros rígidos escondidos bajo más de tres metros de tierra", comenta Benaroya. El científico confía que en un futuro se puedan desarrollar materiales que permitan fabricar estructuras superficiales. "Mientras tanto, se podrían introducir en los cilindros unas falsas ventanas hechas con pantallas de plasma, para facilitar la visión del exterior", aventura el investigador.

El ingeniero de la NASA Larry Toups ha diseñado y fabricado prototipos de gran variedad de viviendas lunares: desde tiendas hinchables hasta caravanas móviles. Estos sistemas se han probado en la Antártida y en el desierto, pero su viabilidad en la Luna está por verificar.

El suelo del satélite podría proporcionar también hidrógeno para hacer combustible, oxígeno para respirar, posiblemente agua congelada y silicio para fabricar circuitos electrónicos. El mismo suelo es una de las principales fuentes de problemas, debido a la regolita, el pegadizo polvo lunar que se ha infiltrado en más de un equipo en las misiones pasadas. "Probablemente, será necesario fundirlo para fabricar autopistas compactas y fáciles de recorrer", comenta Benaroya.

Respecto a la localización de la base lunar, los planes de la NASA apuntan a los polos, probablemente el meridional. Entre otras cosas, allí se podría encontrar hielo. Mientras tanto, no falta quien empieza a preocuparse de la conservación de la Luna. La dirección de la Agencia Espacial Europea ha manifestado su compromiso para que la explotación de la Luna no modifique un paisaje que lleva 4. 000 millones de años intacto.