El granítico rechazo al aborto en general y a la reforma que plantea el Gobierno en particular entró ayer en una nueva fase de protestas más o menos multitudinarias con las marchas que se dieron en más de 50 ciudades españolas. La de Madrid fue, con diferencia, la más numerosa. Unas 10.000 personas --aunque los organizadores contaron medio millón-- se concentraron frente al Ministerio de Igualdad, encargado de estudiar la futura normativa, desfilaron por el paseo de la Castellana y finalizaron la protesta junto al Congreso. Allí hubo bailes, críticas al PSOE y el PP --hubo casi tantas para el segundo como para el primero-- y testimonios de médicos, agitadores conservadores, mujeres arrepentidas tras haber abortado e incluso un teniente de alcalde socialista, Joaquín Manuel Montero, de Paradas (Sevilla), que acusó a su partido de "estar contra la vida".

Pese a que los convocantes --Derecho a Vivir, HazteOir.org, Médicos por la Vida y Provida Madrid-- retrataron la protesta como una "movilización sin precedentes", sus expectativas no se cubrieron: faltaron muchos para llegar a esos 100.000 asistentes que días atrás habían asegurado que reunirían. A diferencia de las movilizaciones conservadoras que marcaron parte de la anterior legislatura, como la organizada en el 2005 por el Foro Español de la Familia para negar a los gays su derecho a casarse, a la que se sumaron 180.000 personas; o la concentración Por la familia cristiana a la que se adhirieron otros 160.000 a finales del 2007, esta vez la protesta no contaba con el sello de denominación de origen ni de los obispos ni del PP.

INCOMODA POSTURA El episcopado se limitó esta semana a realizar un pronunciamiento muy general, en el que pedían a los creyentes "un compromiso activo en defensa de la vida", pero ningún obispo se sumó a la protesta. La formación conservadora, por su parte, se encuentra en una posición más incómoda: critica al Gobierno y a los partidos de izquierda por querer pasar de un sistema de supuestos como el actual a otro de plazos como el del resto de Europa, pero también es criticada, y cada vez más, por los activistas contra el aborto, quienes le reprochan que no hiciera nada en sus años de gobierno para derogar una ley, la actual, que aunque consideran menos mala que la proyectada por el Ejecutivo, también es portadora de "la cultura de la muerte".

Aun así, pese a que la llamada antiabortista no obtuvo la respuesta esperada, los organizadores estaban exultantes ante el panorama que presentaba el centro madrileño: adolescentes gritando "¡el progreso es un retroceso!"; bebés a quienes habían colocado en sus cochecitos letreros que decían "Doy gracias a mis padres porque ellos no me mataron"; familias numerosas, y manifestantes que ya salieron a la calle cuando se discutió la actual norma. Ayer fue otra cosa. "Y esto --dijeron los convocantes-- no ha hecho nada más que empezar".