Las chicas comen y duermen en el mismo apartamento donde ejercen como prostitutas. Solo así pueden estar disponibles las 24 horas del día para los clientes. Si uno llega de madrugada o a primeras horas del día, la madame que gestiona el burdel despierta sin miramientos a todas las jóvenes para que el recién llegado elija la que más le guste. Hay dos tipos de tarifa: una para los chinos, más barata, y otra para los españoles, algo más cara (sobre 50 euros). Con suerte, la chica recibirá la mitad del importe, aunque lo habitual es que trabaje en régimen de explotación.

Así funcionan los 60 locales de prostitución que las organizaciones criminales chinas tienen en activo en Barcelona. Según un cómputo de las fuerzas de seguridad, 40 son burdeles situados en pisos, la mayoría en el Eixample. El resto son peluquerías o salones de masaje distribuidos entre Barcelona, Santa Coloma de Gramenet y Badalona. Además, existe un número desconocido de pequeños locales solo para clientela china en el extrarradio barcelonés.

"La media es de entre cinco y siete chicas por local", cuentan fuentes de las fuerzas de seguridad. Un cálculo por lo bajo arroja un saldo de unas 300 chicas chinas que ejercen la prostitución en Barcelona y su entorno. "Son muy listos. La estructura con que funcionan es complejísima. Normalmente, el que alquila el piso, el que inserta los anuncios en la prensa y el que controla el burdel no son nunca la misma persona", detallan esas mismas fuentes, que además sospechan que, "aunque a priori cada burdel funciona por su cuenta, es decir, de forma independiente, tras ellos hay estructuras grandes". Pese a todo, reconocen que "luchar contra la prostitución en pisos particulares es complicado". "Es importante que las comunidades de vecinos denuncien, porque eso nos facilita la intervención", añaden.