Las últimas fotografías de Eluana Englaro, aquellas que le tomaron en la recta final de su agonía --algunas con la autorización expresa de su padre, Beppino--, están en el punto de mira de la justicia de Italia. La Fiscalía de Udine investiga desde ayer a las cuatro personas que estuvieron en la habitación de la famosa enferma justo el día antes de su muerte: Marinella Chirico, periodista de la RAI; el fotógrafo Francesco Bruni; el anestesista Amato de Monte y la enfermera Cinzia Gori. Bruni y De Monte llevaban consigo sendas cámaras fotográficas.

La fiscalía sospecha que las fotos que se sacaron ese día violan el protocolo decretado por el Tribunal Supremo para suspender la alimentación de la paciente; un protocolo que prohibía expresamente el uso de cámaras de fotos y aparatos de grabación en el cuarto de la enferma. De momento, Bruni ha entregado voluntariamente sus imágenes a los carabiniere que, por orden del fiscal, se desplazaron hasta Trieste para confiscar el material, mientras De Monte entregaba las suyas a la familia de Eluana. Eso sí, para que nadie tenga dudas de que sus intenciones eran honorables --hace unos días corrió la noticia de que Oliviero Toscani, el ex fotógrafo de Benetton, ofreció en octubre una pequeña fortuna para retratar a la enferma--, ambos quisieron dejar clara su posición al respecto; por qué tomaron las fotos.

Chirico fue la periodista que, por solicitud de Beppino, entró en la habitación de Eluana para que viera y hablara en público de su situación deplorable; para que dejara bien claro que la mujer que yacía en aquella cama no era la vital y sonriente joven que aparecía en todas las fotos.