Pocos en España, muy pocos, aman al béisbol como lo ama Joaquín Carrillo, Kuki para todos. Jugador de calidad en sus tiempos mozos, agresivo, entregado, polivalente, bueno en cualquier posición, Kuki hace lo que sea para estar a disposición de todos. Su pasión no le ha abandonado ni siquiera ahora, cuando sufre, en el hospital de Bellvitge, cuya UVI abandonó anoche con la cabeza abierta y la pelvis rota, las consecuencias de la tragedia vivida por él y los suyos en el estadio de béisbol de Sant Boi, donde ha perdido a cuatro de sus niños. Y en esas estaba Kuki cuando se produjo la desgracia, la tragedia, de la que todavía ayer su familia se resistía a informarle dado que Carrillo sufre del corazón y temen que el anuncio de la pérdida de cuatro de sus chicos, especialmente la de Mario H., uno de sus preferidos, le produzca un nuevo y peligroso episodio cardiaco.

Ni su esposa Rosa, ni su hermano Sebas, ni, por supuesto, Marc se atrevieron durante todo el día de ayer a informarle. "Hemos decidido ponernos en manos del psicólogo del hospital y que él decida el momento y la forma más adecuada de contárselo todo. Nosotros no nos atrevemos", señaló uno de ellos a CORDOBA.

Ni que decir tiene que Kuki no para de preguntar. Es más, su sexto sentido y lo mucho y bien que conoce a su hijo, le hacen sospechar que algo grave ha ocurrido. Sus familiares se pasaron el día de ayer diciéndole que no habían visto la tele ni leído los periódicos pero, claro, "eso ya no cuela". En el momento del accidente, Kuki estaba en compañía del que será su ayudante esta temporada, Blas Martínez, internado en el Hospital del Mar. Kuki y Blas contaron, además, con la ayuda del cadete Aitor, otro de esos muchachos que se prestan a todo mientras llegan sus compañeros de equipo y que también ha resultado herido.

Contrariamente a algunas informaciones, los niños no estaban refugiados ni mucho menos en la instalación que albergan dos túneles de bateo, pabellón en el que los muchachos se entrenan únicamente a batear, gracias a una máquina que lanza las pelotas. Los niños había entrado porque les tocaba.