El túnel de bateo, esa nave donde entrenan los jugadores de béisbol a resguardo de las malas condiciones del tiempo, se convirtió ayer en una espantosa avalancha de bloques de cemento de la cual solo 6 de los 19 presentes en el campo se pudieron salvar ilesos. David Martínez, de 14 años, fue uno de los pocos afortunados. Mientras entrenaba se dio cuenta de que había olvidado su guante en casa de su abuela, a escasos metros del campo de béisbol. Y decidió ir a buscarlo. Justo en ese momento, cuenta su madre, María Francisca Botías, el niño escuchó el desplome. "Me llamaron mis amigas y me dijeron que algo había pasado. Cuando llegué, ya se había desplomado todo. Fue horrible. No sabía si mi hijo estaba debajo de las piedras o no. Cuando ya estaba desesperada, el niño me llamó al móvil y me contó que se había salvado por haber olvidado el guante", relata María Francisca.

El fuerte viento de ayer hizo que muchos niños no acudieran al entrenamiento, pero en el túnel de bateo pocos pudieron esquivar los embates de los bloques. Uno de ellos fue José Antonio R., de 8 años. Uno de los instructores hacía anotaciones en la pizarra cuando, según el niño, se comenzó a escuchar el derribo. El entrenador dijo a los pequeños que se escondieran debajo de la mesa. Y tres lo hicieron, entre ellos José Antonio. Su abuela, Ana Márquez, de 60 años, escuchó el estruendo y corrió al campo. Allí algunos vecinos intentaban retirar escombros. "Es lo peor que te puede pasar. Estaba muy nerviosa y mi hija también. No sabíamos si el niño estaba herido o muerto. Pero entonces llegó un hombre, se acercó a mi hija y le entregó al niño", relata Ana entre llantos.