Ni tan adustos como aparenta Angela Merkel, ni tan cariñosos como se muestra en público Nicolás Sarkozy. Los españoles nos besamos, achuchamos y toqueteamos sin apenas conocernos, pero parece que empezamos a poner distancia en nuestro trato social, aunque lejos todavía de la frialdad de anglosajones y asiáticos. "Cada vez somos más Merkel y menos Sarkozy. Dentro de poco, todos alemanes. Tendemos a reprimir nuestras emociones y sentimientos", asegura Luis Muiño, psicoterapeuta.

Esta semana, un diario suizo publicaba que a la canciller alemana le violentan los achuchones, apretones de mano, besos y golpecitos en la espalda que el presidente de Francia le prodiga en público. Malestar que, de manera discreta, habría transmitido, vía diplomática, a las autoridades galas.

Cuando ya la noticia era objeto de comentarios y chanzas en toda Europa, desde Berlín la Cancillería negaba que Merkel no soporte la efusividad del esposo de Carla Bruni, calificaba de invención la noticia y destacaba la relación "cordial" que une a ambos mandatarios.

A Carmen Alborch, escritora, ex ministra y hoy senadora, la noticia no le ha sorprendido. "Hace semanas --relató-- viendo por televisión una comparecencia pública de Merkel, Sarkozy y Berlusconi, ya me llamó la atención la familiaridad excesiva con que el presidente francés trataba a la canciller alemana. Estaba en compañía de un amigo y lo comentamos. A los dos nos llamó mucho la atención".

CARACTER MEDITERRANEO Valenciana de nacimiento, y con fama de extrovertida y afectuosa, "no oculto mi carácter mediterráneo", dice Alborch, confiesa que cada vez le gusta más, cuando saluda por vez primera a una persona, dar la mano. "Me parece más apropiado. Y reconozco que hasta hace poco no era así. No sé si es una cuestión personal o colectiva. Me siento más cómoda", afirma.