Un total de 11 años de prisión por esclavizar a dos mujeres indonesias que trabajaban a su servicio en la mansión familiar de Long Island (EEUU). Esa es la pena que el juez Arthur Spatt impuso el jueves a Varsha Sabhnani, la esposa de un millonario que en diciembre fue acusada de 12 cargos (entre ellos, trabajos forzosos y conspiración). Su marido ha tenido más suerte: ayer fue condenado a solo tres años y cuatro meses de cárcel.

Ambos irán a la cárcel por abusar de las dos mujeres, a las que sometieron a un trato vejatorio durante años, convirtiéndolas en sus esclavas. Samirah y Enung fueron golpeadas con escobas y paraguas, acuchilladas, obligadas a subir escaleras y a ducharse con agua helada. A una de ellas le hicieron comer docenas de guindillas y hasta su propio vómito cuando fue incapaz de seguir tragándolas.

"El caso demuestra que estas cosas siguen ocurriendo en nuestro país", afirmó el juez Spatt tras escuchar los testimonios de las víctimas, que sirvieron para reflejar las condiciones de explotación que viven algunos trabajadores domésticos en EEUU. "En su arrogancia, esta mujer las trató peor que a un animal. Esto no ha ocurrido en el siglo XVIII, sino en el siglo XXI en el estado de Nueva York", añadió el ayudante del fiscal.

Por su parte, la acusada, de 46 años, declaró desde el banquillo: "Vine a este mundo para ayudar a gente necesitada. Solo quiero decir que amo a mis hijos". Además de pasar 11 años en la cárcel, Sabhnani estará otros tres en libertad condicional y deberá pagar una multa de 25.000 dólares (15.840 euros). En la sala estaba su marido, Mahender Sabhnani, de 51 años, que estaba acusado de los mismos cargos por permitir la conducta de su pareja y beneficiarse del trabajo forzoso de las dos mujeres.

Para la acusación, se trata de un caso de "esclavitud moderna". Los castigos rozaron la tortura. Aunque sus familiares en Indonesia recibían 100 dólares al mes (63 euros), Samirah y Enung no cobraban ni un centavo. Trabajaban hasta 20 horas diarias, dormían en la cocina y robaban comida de la basura porque estaban mal alimentadas. Si se despertaban tarde o eran descubiertas revolviendo en los cubos, las golpeaban. La primera empezó a trabajar para los Sabhnani en el 2002. La segunda, en el 2005. Todo acabó en mayo del 2007, cuando una de las mujeres se escapó, entró en un Dunkin´ Donuts vestida con harapos y los empleados llamaron a la policía El fiscal también ha pedido un millón de dólares (633.750 euros) para las víctimas. La defensa de los Sabhnani asegura que las trabajadoras indonesias se lo han inventado todo.