Jueguen, señoras y señores. Pero jueguen sin dinero. Este, en pocas palabras, es el mensaje que la Generalitat catalana ha hecho llegar a las residencias de ancianos tras detectar que en algunos de estos centros el bingo se había convertido en algo más que una forma de pasar el tiempo apostando la calderilla. Según la Consejería de Bienestar Social, en algunos casos las apuestas superaban los 300 euros. Pero, como quiera que esta circunstancia es más excepción que regla, no son pocos los afectados que han puesto el grito en el cielo.

El mensaje llegó el pasado 23 de marzo en una carta de la Dirección General de Actuaciones Comunitarias y Cívicas --que depende de Bienestar Social-- dirigida a los responsables de las residencias. "Después de hacer una valoración y dadas las circunstancias que hemos detectado, nos vemos obligados a suspender esta actividad con premios económicos", reza el texto. "En todo caso --continúa--, se podrá hacer este juego en su variante de premios en especie".

NO SON CASAS DE APUESTAS Queda claro que la Consejería no se opone al juego en sí, y que en todo caso deja abierta la puerta para que los ancianos sigan jugando al bingo si las ganancias económicas se reemplazan por botellas de aceite. "Entendemos que no hay problema si en una tarde de bingo una persona se gasta 3, 4 ó 5 euros --explica Francisco Balagué, subdirector de gestión de recursos del Instituto Catalán de Asistencia y Servicios Sociales--. Pero lo que no podemos permitir es que las residencias se transformen en casas de apuestas".

Pero el asunto no termina ahí. Según Bienestar Social, los centros de la tercera edad se estaban convirtiendo en el lugar adonde iban a apostar los ludópatas. "Personas que por orden gubernativa tienen prohibido entrar en los bingos", explica Balagué.

ENTRETENIMIENTO Organizar un juego de bingo una vez a la semana no es costumbre en todos los centros de la tercera edad, pero sí en la mayoría. "La última vez que hicimos uno éramos como 70 personas, quiero decir que es uno de los momentos de la semana en que el centro está vivo, la gente grita y se divierte y, en fin, lo pasamos bien". Lo dice Cristina Baleyto, presidenta de la Asociación de Personas Mayores de la residencia de La Verneda, en Barcelona. Aquí ya no se juega al bingo: a nadie le interesa la "variante de premios en especie" sugerida por Bienestar. "La apuesta máxima es de 20 céntimos por línea. Siempre ha sido así. Aquí el que más gana se lleva 4 ó 5 euros en una tarde. Si hay uno o dos centros donde realmente se apuesta dinero, que lo controlen, pero que no nos quiten la diversión", dice Baleyto.

Las protestas no tienen que ver solamente con el derecho al recreo. Las personas mayores también se quejan porque de alguna manera también les están hurtando autonomía económica. "Los subsidios que recibimos no son suficientes para organizar las actividades internas --explica Luis Quiles, presidente del centro--, de manera que el dinero que recogíamos del bingo, por poco que fuera, lo necesitábamos mucho. Con él pagábamos a los instructores de baile, a los de Internet, en fin. Si lo que la Generalitat quiere es convertir los centros de día en espacios vegetativos, lo está logrando".