Del aire al agua y de la velocidad supersónica a los escasos 5,6 kilómetros por hora. El Concorde hizo ayer otro de sus últimos viajes en Nueva York. Esta vez la aeronave de British Airways, que salió sobre una barcaza a las seis de la mañana del aeropuerto JFK, surcó pacíficamente el río Hudson y pasó junto a la Estatua de la Libertad. Su destino era su nueva sede: el museo mar-aire-tierra Intrepid situado en las aguas que bañan el oeste de la Gran Manzana.

El Concorde, cuyos vuelos comerciales acabaron en octubre, se convertirá en una de las piezas estrella del museo fundado hace 21 años y situado junto al portaviones Intrepid, joya de la colección flotante. Los responsables del museo, que comparan la llegada de la pieza con la adquisición de un Van Gogh, ya preparan una exposición.

SUBASTA EN LONDRES La compañía British Airways celebrará el 1 de diciembre una subasta en Londres donde se podrán adquirir desde asientos hasta un cono del morro del Concorde. Eso sí, la mayoría de las naves de British Airways y Air France han sido donadas a otros museos de EEUU, Gran Bretaña, Francia y Alemania.