Alegría e indignación. Ambos sentimientos se mezclaban ayer en los rostros de los 88 turistas españoles que aterrizaron en Zaragoza de vuelta de un viaje de placer que se transformó en un infierno cuando el barco en que realizaban un crucero por el Nilo se incendió repentinamente el pasado miércoles.

"Siento alegría al poder abrazar a mi mujer y a mis hijos --reconoció Javier Escribano, de 38 años, al pisar tierra española tras un vuelo de cinco horas desde El Cairo-- pero esto no puede acabar así. Hay que buscar a los culpables de un incendio que casi acaba en tragedia".

"Estamos indignados con la compañía naviera, que no tenía operativos los sistemas antiincendio en el barco más moderno que surca el Nilo, y con la embajada española en Egipto, que no ha hecho nada por ayudarnos", añadió el zaragozano Pedro García.

DENUNCIA ANTE LA POLICIA

Por ello, antes de salir de Egipto, los supervivientes denunciaron ante la policía a la compañía alemana Kempinski, propietaria del barco. Unas 140 personas tuvieron que saltar al vacío, en medio de la oscuridad, para salvar la vida. Perdieron todas sus pertenencias y se quejan amargamente de que la ayuda prestada por la embajada española fue "inexistente".

"Caímos a unas aguas cenagosas, sucias y llenas de algas", indicó una viajera madrileña que hizo escala en Zaragoza antes de reemprender viaje a Madrid en autobús. "Fue como saltar al vacío", apuntó Segundo Espinoso. "Saltamos sin saber qué había debajo", añadió.

"El incendio fue pavoroso", afirmó Miguel Angel Blancart, un aragonés que se encontraba en la zona del siniestro. "Hubo muchos pasajeros, por lo menos 20, que tenían miedo a lanzarse al agua y hubo que tirarlos a la fuerza para que no perecieran abrasados". "Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos --relató otro viajero-- y en un momento dado nos juntamos un centenar de personas en la cubierta de proa, rodeados por las llamas".

Los supervivientes, que fueron atendidos por un equipo de psicólogos en el aeropuerto zaragozano, llegaron pasadas las cinco de la tarde. En el vestíbulo los aguardaba una pequeña multitud de familiares y amigos con la impaciencia y el alivio pintado en sus rostros. En una pancarta, los parientes de Trinidad Caurín y Sergio Alonso habían escrito en grandes letras la palabra "Bienvenidos".

"Mis padres han salvado la vida, pero nunca olvidaré que fuimos mis hermanos y yo quienes les pagamos el viaje y les animamos a ir", comentó Rubén Martín, un joven de 20 años. "Fue muy duro", dijo otro viajero. "Los egipcios se volcaron con nosotros, pero dudo que vuelva a ese país", añadió.

"Lo que quiero es olvidar lo que pasó", afirmó Pedro García. "Fue traumático. En un cuarto de hora, pasamos de arder un camarote a arder el barco entero, y no nos quedó más opción que tirarnos al agua, algunos desde una altura de 15 metros".

Ayer fue identificado el viajero que permanecía desaparecido y que murió ahogado cuando trataba de huir de las llamas. Se trata de José Luis Carpio, vecino de Alcázar de San Juan (Ciudad Real). El pasajero ingresado en Luxor con quemaduras, Javier Blanco, llegó en otro vuelo.