La adicción de los niños en España a la televisión es un asunto sobradamente conocido. La dificultad de un menor en discernir lo que ve en la pantalla, separando lo verídico de lo ficticio, lo publicitario de lo que no lo es, es también conocida.

Los programadores de televisión cuentan con una clara responsabilidad en este sentido, que a menudo no es aceptada, por el hecho de ser uno de los agentes con más influencia socializadora en los niños.

Por eso existen una serie de normas y códigos en la mayoría de televisiones que fijan franjas horarias en las que determinados contenidos no tienen cabida.

La responsabilidad del programador de televisión es genérica. Pero la de las familias es concreta. ¿Qué hace un niño de 5, 6 o 7 años de edad sentado frente a la televisión a partir de las 11 de la noche o a las 7 de la mañana? Esto es una responsabilidad de los padres. Y es aquí precisamente donde muchos padres fallan.

La televisión se ha convertido en la niñera moderna, con el inconveniente de que el criterio de esta niñera no es siempre, por no decir nunca, educativo. Hay que vigilar a quién confiamos nuestros hijos.