Decía el maestro Hemingway que un embajador puede no ver un país en seis meses, pero que un enviado especial, un reportero, tiene la obligación de hacerlo en seis horas. O sea, "ver llegar y contar". Es por eso que estoy tan agradecido, tanto, que he vuelto a reescribir el perol que había dejado hecho el viernes,para dar las gracias por las dos cosas, por que aunque como reportero amé a Córdoba nada más conocerla, "fue un flechazo", lo cierto es que no saben ustedes la alegría que tengo en mi cuerpo --gitano--, al recibir el viernes por la noche en La Arruzafa, Córdoba al fondo brillando como una diosa tendida, vestida de luces de oro, el nombramiento de embajador de Córdoba, eso sí en unión de Vega, la hermosa niña que canta y que me ha gustado no saben cuánto.

Es por eso, que me vuelvo a sentar de nuevo al regreso, el sábado, a pie de ordenador, cansado pero contento, luego de haber colocado entre mis trofeos más queridos, éste que me acaban de entregar de manos del presidente de la Diputación Cordobesa, mi amigo Pulido, que es una como especie de bandolero serrano, de la alta ruta de la Morena y trabajado a la moderna, medio torero antiguo que es lo que soy y de lo primero también, por que soy un tempranillo que va por ahí robando los tesoros ocultos de Córdoba, de la ciudad y de los pueblos, eso sí, para repartirlos inmediatamente con los demás, como aquel Luis Candelas del que se cantaba en el romance: "El ladrón de Andalucía el que a los ricos robaba y a los pobres socorría".

Por lo pronto, día grande, el viernes en Córdoba, bendita sea la fiesta del turismo. Para iniciar la jornada hablé de lo que me esperaba en Onda Cero, diez a once de la mañana con Luis del Olmo, en el programa Protagonistas . Porque quería que lo supiera todo el mundo. Y después, a mediodía, pues como siempre, salmorejo, y buena conversación con el ilustre abogado don Antonio de la Riva en el Churrasco de Rafael Carrillo, cuando el sabor se hace amor. Luego, arriba, poquito de descanso para el body , en el Continental, y con las primeras luces de la noche --un perol es un perol--, alegría al reencontrarme con Consuelo Berlanga de Aguilar de la Frontera--, reina de la televisión, Senderos de gloria bendita, que no se por que no han vuelto a ponerlo siendo un éxito semanal y que venía a presentar el acto de la noche, Córdoba en Córdoba, en compañía de su madre, una dama fascinante, y de una hermanilla suya. El año pasado además, Consuelo fue elegida madrina y este año tenía que hacer el relevo, lo que pasa es que pasábamos de padrinos a embajadores, o sea, que de alguna forma, encima, salimos ganando.

Me encantó dar la mano a tantos alcaldes de los pueblos de Córdoba y me gustaría condimentar en este perol con todos y cada uno de sus nombres, de sus lugares, de mi memoria y mis recuerdos.

El presidente de la Diputación dijo cosas hermosas y la diputada montoreña, bellísima, estuvo elegante y diligente. Vega, la nena que hoy causaría sensación a Julio Romero de Torres, poética y musical. Cantó una historia del azahar que mareaba. Consuelo Berlanga, tan linda y tan cercana. Perdonen que se me amontonen los piropos. La noche estaba templada, quieta, hermosa. Hablamos todos, yo, como siempre, más por viejo pellejo, más que ninguno. El oficio, ya saben. Saludé a Mariano Aguayo que me dijo que tiene en marcha un trabajo sobre las viejas canciones de cacería. Lo hará como nadie. A Vega y a mi nos hicieron embajadores, muchas gracias a León, que me dio la oportunidad de contárselo a ustedes. Córdoba no es sólo la ciudad, son también sus pueblos, lo decimos siempre desde este Perol , como una razón de principios y aún tuve tiempo de ver en Canal Sur, a nuestro Rafael Cremades presentando la noche del turismo de Andalucía desde Almería y me dormí pronto, como un niño chico abrazado a mi recuerdo. Cuando regresé lo hice con más Córdoba todavía. Y sobre todo lo hice leyendo el original, aún no publicado de las claves de los enigmas de Colón, de Antonio de la Riva. Cosa grande, si señor.

Iba de padrino, volví de embajador. No saben cuanto se lo agradezco cordobeses; de la campiña, de la sierra y el asfalto. Tanto es así, que me lo voy a poner en las tarjetas de visita. El Perol con rango diplomático. Embajador de Córdoba. ¡Cualquier cosa!