Porque, vaya perol amargo, oscuro --negro perol--, el de la semana que se fue. La vida es un perol. Yo amo el tren, de vía ancha o estrecha, el AVE o el Talgo, el que me echen.

El tren me permite la ventanilla, que el enviado especial había, habíamos perdido el paisaje, por eso respiro, suspiro la crónica de la sangre que no cesa. Lo que dice mi amigo el filósofo, que tiene más conchas que la casa de las concha de Montoro: "Es que la muerte es una consecuencia de la vida". Pero la oscura historia no cesa. Alguien nos ha mirado mal, Dios sabe desde donde. España es pura esquela. Menos mal que escribo en el día en que las efemérides cuentan que tal fecha como en la que estamos nació Federico García Lorca que, de vivir, tendría ciento seis años...

Menos mal que de vez en cuando, en el perol de la actualidad, El Califa, ese chico mediterráneo de raiz profundamente cordobesa salió por la puerta grande en San Isidro. Córdoba ya sabe quién es este muchacho noble y directo, hijo de la tierra, de la sierra. El Califa, con el que hablé no hace mucho, me dijo: "Hombre, yo me siento muy cordobés, aunque no haya nacido en Córdoba".

Y encima, El Califa de apodo, que le obliga a mucho. A mi me gusta su aire valiente. Intuí, deben saberlo ustedes, que iba a romper el esquema del tedio de las tardes de la feria mayor del mundo. Al menos la más larga. Y así fue. Cuando le vi brindar al cielo, de luto y oro, serio, el cuchillo del dolor entre los dientes, a su padre, la montera, boca arriba, como Dios manda, Dios y la tradición, le dije a la santa, que estaba cerca, en el diván, a la hora de la verdad, en la tele, directo: "Este chico la arma..."

Tampoco había que ser un profeta. Cortó la primera en el primero y el presidente serio, cicatero, a cada cual lo suyo, no le dio la gana darle la segunda, pero en el segundo la consiguió. Tengo que hablar largo y de pie, con este Califa, hijo del pueblo nuestro, este califa en el mapa de los califas.

Menos mal que nos dio una buena historia para contar. Como Gala --no hay semana sin Gala--, al que encuentro en Telemadrid, en la penumbra del estudio, él entra mano a mano con Terelu, tan del sur, yo me marcho que me está esperando Pitita Ridruejo, en su hermosa casa del Madrid de los Austrias, pero Antonio y yo nos abrazamos, y me dice en un susurro.

--Que he leído lo que de mi dices, en el perol del pasado domingo, a ver cuando vas a ver la fundación.

--Estuve de paso maestro, pero si vuelvo es contigo. Si tú me dices ven... yo bajo a Córdoba.

En eso hemos quedado. Me gustaría mucho que algún día don Antonio fuera académico de la española, aunque a la primera el que tiene que entrar ya, pero ya, es nuestro Castilla del Pino, que tiene en esta ocasión, a la vencida, todas las cartas.

Recibo Córdoba en Mayo --en junio me llega, pero me durará como el buen aroma todo el año-- y me asomo de nuevo a los ojos profundos del cuadro de la portada, una premonición, la Chiquita Piconera, en la portada. Que piernas tan hermosas, tan largas, que los ojos no nos dejaban mirar las piernas, ni la liga, ni las manos formidables, ni el desnudo...

Descanse en paz, la niña María Teresa. Gracias por La Montera con esa foto sepia en la que se conmemora el cuarenta aniversario de aquella tarde de la alternativa de bienvenida al V Califa. Se cambian los trastos de matar, la plaza, llena, el toro al fondo. Manuel Benítez de blanco y oro, Montilla cerca, al que el otro día me encanto saludar, abrazar, en Almedinilla, y que no ha perdido su porte, su aire, su clase, su encanto. Hermosa plaza de Córdoba que tanto recuerdo, de cuando uno era, como dice Gabo, feliz e indocumentado.

Le enviaré a Rafael Simancas, nuevo presidente de la comunidad de Madrid, el recuadro del retrato de Angel Sánchez. Ese hijo del exilio de cordobeses del Viso de los Pedroches... de los que volvieron a Leganés, donde hay tanta Córdoba, todos los años en el día de Andalucía acudo, soy socio de honor de la casa del sur en esa ciudad, ahí levanta Teno su bosque de formidables esculturas. Me llega el Campanillo , desde mi cofradía del Socorro, inolvidable. Bendita tú eres , en la Magdalena, a ver si tengo tiempo y si no lo tengo lo busco, para acudir a la exposición. Me siento muy del corazón devoto de La Corredera.