LA PASIÓN EN CÓRDOBA

Los altares de cultos de las cofradías: el arte de lo efímero

Durante los cuarenta días de la Cuaresma, las iglesias de la ciudad donde radican cofradías se llenan de barroquismo al acoger los efímeros altares de cultos, auténticas máquinas escenográficas para honrar a las imágenes titulares que durante estos días son el centro de atención

HERMANDAD DE LA MERCED. QUINARIO EN SAN ANTONIO DE PADUA A NUESTRO PADRE JESÚS HUMILDE EN LA CORONACIÓN DE ESPINAS. | SERGIO LINARES

HERMANDAD DE LA MERCED. QUINARIO EN SAN ANTONIO DE PADUA A NUESTRO PADRE JESÚS HUMILDE EN LA CORONACIÓN DE ESPINAS. | SERGIO LINARES / francisco mellado calderón Historiador del Arte

El culto a una imagen concreta ha sido uno de los motivos que ha llevado a la fundación de cofradías desde hace siglos. Dar culto a una imagen existente que no lo tenía era ya motivo suficiente para la creación de una cofradía.

El Concilio de Trento, en su XXV sesión, celebrada en diciembre de 1563, insistía en la importancia de la imagen como medio de acercamiento a Dios. En este sentido, declara que «se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes... sino porque el honor que se da a las imágenes se refiere a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos u arrodillamos...».

Esta relación devocional, aunque se desarrolla durante todo el año en la capilla donde se veneran las imágenes titulares, se potencia y magnifica en un periodo determinado según cada hermandad, siendo principalmente la Cuaresma donde todas las cofradías penitenciales desarrollan solemnes cultos a sus imágenes titulares, generalmente a las de Cristo.

Estos actos de culto son variados, si bien en la Cuaresma los que más se celebran son los quinarios (cinco días), cuyo nombre proviene de la moneda romana con 5 ases de valor y sigue el simbólico número de las Llagas de Cristo, cuyo culto promovieron los franciscanos en la Edad Media.

Altar de La Caridad

ALTAR DE LA CARIDAD. IMPRESIONANTE ALTAR DE CULTOS LEVANTADO EN LA PARROQUIA DE SAN FRANCISCO Y SAN EULOGIO EN EL AÑO 1942 PARA EL QUINARIO DEL SEÑOR DE LA CARIDAD.

También, como en el caso de la hermandad de las Angustias o los Dolores, celebran septenario, que son siete días y recuerda los dolores de María simbolizados en el número de los puñales que rodean el Corazón de la Virgen, que suele ser el centro de estos cultos.

Unos días que sirven para preparar la función principal, que por lo general pone el punto final a estos cultos. La Función Principal de Instituto recibe ese nombre porque en los siglos pasados, en el quinario precedente, no se celebraba la eucaristía, que no era elemento esencial de un quinario, ya que el objeto de esos cinco días era el de llevar, mediante la meditación, el ejercicio piadoso del quinario, escucha de la palabra, actos eucarísticos de adoración, dejando la predicación para el día de la función, que por eso se llamaba principal. Escasas hermandades mantienen hoy día ese esquema.

En realidad, como han señalado distintos autores, los ejercicios de piedad (ya que no son otra cosa que los quinarios, triduos y demás) tenían antiguamente un sentido de preparación, durante el cual mediante el sermón, único medio de la Iglesia para transmitir sus mensajes evangélicos en aquellos tiempos, y mediante la meditación de los misterios de la Pasión, se invitaba al cofrade a una conversión, que culminaría recibiendo los sacramentos del perdón y de la eucaristía en la función principal, que por eso recibía tal nombre. La celebración de la eucaristía no es, pues, esencial en los ejercicios de piedad, aunque sí es la culminación de esos cultos. En ese sentido, podría afirmarse que la llamada función principal sólo lo es en la mayoría de los casos por la solemnidad o tradición, ya que, en sentido estricto, todo los días del quinario son principales puesto que todos los días se celebra la eucaristía.

En la actualidad, la Función Principal de Instituto consiste en una misa solemne donde, en el ofertorio, se da lectura por el secretario de la hermandad de la fórmula de la Protestación de Fe, con juramento solemne de creer y defender las verdades fundamentales de nuestra religión, con especial referencia a la defensa de la pureza inmaculada de la Virgen y posterior beso a los Evangelios y el libro de reglas ante la junta de gobierno de la hermandad como testigo. Las reglas ordenan que los hermanos deben asistir por obligación a este acto.

HERMANDAD DE JESÚS CAÍDO ALTAR LEVANTADO EN LA IGLESIA CONVENTUAL DE SAN JOSÉ (SAN CAYETANO) A LOS TITULARES DE LA HERMANDAD DE JESÚS CAÍDO.

ALTAR LEVANTADO EN LA IGLESIA CONVENTUAL DE SAN JOSÉ (SAN CAYETANO) A LOS TITULARES DE LA HERMANDAD DE JESÚS CAÍDO.

Los altares de cultos

Cada año, al llegar la Cuaresma, las cofradías levantan sus altares de cultos para honrar a sus titulares y preparar a los hermanos para la estación de penitencia. El término altar proviene de los vocablos latinos altus y altare, que significan «elevación». Esto se debe a que el altar, históricamente, ha sido el lugar de comunión entre el cielo y la tierra, entre los dioses y los seres humanos, entre lo divino y lo terrenal. Lo primero que hay que señalar es que los altares de cultos son una arquitectura efímera. La arquitectura efímera es una faceta de la práctica escenográfica que ha consistido y consiste en levantar decorados para conmemorar determinados acontecimientos. Esta arquitectura se solía alzar muchas veces en la calle, al paso de cortejos, de procesiones, con los que se celebraba la visita de un rey a una ciudad, el nacimiento o el fallecimiento de un príncipe, de un personaje de alcurnia. Existe desde el arte antiguo (está en el origen de formas como el arco del triunfo, cuyo modelo efímero se fijó en construcciones permanentes durante el Imperio Romano) y fue muy usual en las cortes europeas durante el Renacimiento y, sobre todo, en el Barroco. Este tipo de arquitectura vinculada a la Iglesia tuvo especial protagonismo en la contrarreforma, que buscaba con la pompa y el boato mostrar su superioridad sobre las iglesias protestantes, a través de actos como misas solemnes, canonizaciones y procesiones.

La arquitectura efímera es una faceta de la práctica escenográfica que consiste en levantar decorados para conmemorar algún acontecimiento

Hay cientos de ejemplos de arquitecturas efímeras en todas las ciudades europeas. Estas decoraciones podían extenderse a toda la calle o plaza en la que se celebraba la fiesta, como ocurrió en la decoración de la antigua calle Armas de Sevilla, hoy calle Alfonso XII, la cual se teatralizaba escenográficamente en las proximidades de la sede de la hermandad del Silencio para la celebración de la Inmaculada. Otro ejemplo ilustrativo de la estrecha relación entre escenografía y religión, en este caso lo profano y lo sagrado, sería la fiesta del Corpus en Córdoba, con los autómatas que decoraban un arco erguido en la calle Feria. En este sentido, cabría recordar también el monumento eucarístico de la Catedral de Córdoba (desmontado y repartido por varias sedes), con pinturas de Juan de Alfaro.

Túmulos funerarios

Una fuente histórica que se encuentra muy relacionada con los actuales formatos de la arquitectura litúrgica cofrade son los túmulos funerarios que se erguían en catedrales y monasterios para las exequias reales. En ellos destacaba la ornamentación textil, suntuosos damascos o terciopelos que, en este caso negros, cubrían las superficies.

Eran colgaduras muchas veces aderezadas con ricos bordados o pasamanería. En estos catafalcos no faltaba el elemento simbólico, la heráldica y la alegoría. Y, por supuesto, la cera. Ingentes cantidades de cirios se colocaban en una disposición muy similar a la que hoy disponen las cofradías en sus altares de cultos.

Altares cofrades

Toda esta tradición hay que verla reflejada en la base de lo que hoy conocemos como los altares de cultos de las cofradías, arquitecturas efímeras que en ocasiones convierten a los priostes de las hermandades en auténticos escenógrafos para crear unos conjuntos donde el titular recibe la veneración de los fieles. Estos altares han evolucionado en la ciudad con el paso de los años. Así, en el siglo XVII y XVIII encontramos en la documentación histórica un importante gasto relativo a estos cultos cuaresmales, algo que nos indica la importancia de los mismos.

Hermandad del Calvario.

LA HERMANDAD DEL CALVARIO ES DE LAS PRIMERAS COFRADÍAS QUE EN LOS AÑOS 80 COMIENZA A MONTAR ALTARES DE CULTOS DE GRAN ARMONÍA Y COMPOSICIÓN

Años cuarenta del siglo XX

Será en la primera mitad del pasado siglo cuando nos encontramos las primeras fuentes gráficas de altares de cultos en la ciudad, que se caracterizaban por la espectacularidad, sobre todo los que se levantan a partir de los años 40. Cofradías como la Caridad, la Misericordia o el Caído pueden ser un importante ejemplo de estos altares.

Eran cultos donde predominaba el horror vacui, en ocasiones, y era difícil encontrar una imagen que no estuviera envuelta en numerosos puntos de luz y algún centro de flores más o menos disperso. Las imágenes se colocaban en el centro del presbiterio a una altura considerable. La cera tenía poco grosor y los centros de flor eran muy abiertos. Las carencias de la época hicieron ir utilizando progresivamente la luz eléctrica, que llegaba a ser instalada en diferentes cuerpos del retablo.

Si bien a finales de la década de los 40 la situación cambió sustancialmente, una resolución de la autoridad eclesiástica en materia litúrgica impedía que se cubrieran los retablos mayores de los templos, por lo que los altares de cultos empezaron a ser mas modestos.

Se trata de una práctica que fue mermando a partir del Concilio Vaticano II, cuando estos altares fueron relegados a un segundo plano e, incluso, fueron desapareciendo en algunos casos.

Renovación estética

A raíz de los cambios producidos en nuestras cofradías en la mitad de la década de los setenta, sobre todo con la entrada de numerosos jóvenes, comienza una etapa de renacimiento estético en las cofradías, en general, y en los altares de culto, en particular, donde sin llegar a los fastuosos montajes de los años cuarenta se consiguen altas cotas artísticas, dándole ahora mayor proporción y forma a las composiciones de cera y flor con una disposición armónica, teniendo presente a la hora de componer estas obras efímeras los juegos de volúmenes y los espacios.

En estos años, en los altares de cultos se producen cambios significativos que en la mayoría de los casos tienen claras referencias sevillanas. Una vez abandonado el sistema de velas eléctricas, las cofradías aprovechan la cera, fundamentalmente de los nazarenos, para iluminar los altares. Las composiciones tienden a formar grupos dentro de la misma tanda. Por lo general, responden a estructuras en dos pirámides de cera con calle central, donde en la parte superior se coloca la imagen, disponiéndose las flores en la base del altar.

De estos altares de los años 70 y 80 destacan los de la hermandad del Calvario, con armónicas composiciones, sobre todo en los cultos cuaresmales, en honor a su titular Nuestro Padre Jesús del Calvario.

Asimismo, la hermandad de la Buena Muerte levanta en estos años interesantes altares de cultos con un gran sentido ascensional, siendo el vértice la imagen, en este caso, las del Santísimo Cristo de la Buena Muerte.

HERMANDAD DE ÁNIMAS

LAS ALEGORÍAS SUELEN SER EL EJE DE LOS ALTARES DE CULTO DE LAS HERMANDADES DEL REMEDIO DE ÁNIMAS.

La actualidad

Desde entonces, aunque con algún altibajo, los altares de cultos han mantenido una evolución ascendente. Así, en la actualidad se reconoce la mejoría y el camino que han emprendido las hermandades como parte de un proceso estético que ha ido creciendo en los últimos años.

Cabe destacar a cofradías como el Santo Sepulcro, desde hace décadas preocupados por el cuidado de los altares de cultos a sus titulares, tanto en la utilización de la cera, fundamental en estos montajes, como en la elevación de las imágenes creando conjuntos asombrosos donde se conjugan a la perfección el volumen y el equilibro de estas efímeras obras.

En los últimos años se fueron incorporando más hermandades. El Prendimiento comenzó a disponer una alta composición de candelería, primero en un altar lateral y desde los últimos años en el altar mayor del Santuario de María Auxiliadora. Composiciones con más de un centenar de puntos de luz perfectamente alineados y completados con un equilibrado exorno floral. También la hermandad de la Paz ha dejado interesantes altares, así como el Huerto, la Esperanza, la Merced, el Calvario o la Santa Faz, entre otras cofradías, que comenzaron a recorrer el mismo camino apostando por un gran efecto estético en sus respectivos montajes.

Mención especial por su idiosincrasia merece la hermandad del Remedio de Ánimas, que a lo largo de los años deja auténticas catequesis en torno a sus titulares. En esta Cuaresma la hermandad ha dedicado un triduo a su titular mariana, Nuestra Señora del Madre de Dios en sus Tristezas, donde la priostía de la hermandad ha querido promover una profunda reflexión sobre el capítulo quinto del Evangelio de San Mateo, en el que encontramos la predicación de Jesús sobre las bienaventuranzas en el monte, siendo considerada María como la primera cristiana modelo y digna de ser seguida. De este modo, cada bienaventuranza declara que un grupo de personas, que por lo general son considerados como afligidos, en realidad son bendecidos.

Así, alrededor de la imagen de Nuestra Señora Madre de Dios en sus Tristezas, encontramos a los ángeles que sostienen una filacteria donde se leen las distintas bienaventuranzas.

Tipologías

En cuanto a la tipología de los altares de cultos que podemos ver en nuestros templos destacan dos: el montaje clásico, a base de elementos como cera y flor, y el alegórico, con algún mensaje evangélico. En este último caso se lleva la palma la hermandad de Ánimas, que, fiel a su idiosincrasia, como ya hemos indicado, cada altar de cultos, sobre todo los del Cristo, son una auténtica catequesis plástica coherente y con buen gusto.

En lo que llevamos de Cuaresma destacan los montajes de hermandades como el Prendimiento, la Buena Muerte, la Santa Faz, la Merced y, especialmente este año, el del Santo Sepulcro, que con motivo del 450 aniversario de sus primitivas reglas ha levantado un elaborado altar donde aúna lo estético y lo simbólico con elementos que aluden a la historia de la hermandad. Así en este efímero altar, el Señor del Santo Sepulcro preside la cornisa superior de la composición recordando aquella etapa en la que, como crucificado de brazos articulados, protagonizaba el ritual del Descendimiento cada Viernes Santo antes de realizar estación de penitencia a la Catedral, desde el Carmen de Puerta Nueva, donde se disponía un «tablado para hacer el paso» con un coste de 50 reales. El calvario se decoraba con «lentisco, cañas y tomizas, sobre el que se colocaba un paño pintado que se pone encima del tablado para poner el Crucifijo y bayeta del púlpito».

HERMANDAD DEL SEPULCRO.

EL SANTO SEPULCRO CON MOTIVO DEL ANIVERSARIO DE SUS PRIMERAS REGLAS HA LEVANTADO EN LA COMPAÑÍA UN ALTAR DONDE AÚNA LO ESTÉTICO Y LO SIMBÓLICO.

A un nivel inferior, pero también en la calle central del retablo efímero, se ubica Nuestra Señora del Desconsuelo, ataviada con vestimentas en color blanco y manto negro que pretenden recordar a Nuestra Señora de las Penas, primitiva titular mariana de la corporación, talla a la que se le pierde la pista tras el traslado de la cofradía a la Compañía en 1836 y que en paso de palio las fuentes de la hermandad relatan que vestía «manto de terciopelo negro y delantal de tafetán, estola negra, toca y pañuelo blanco y guardapiés. Sobre el pecho los cofrades colocan un corazón de plata con siete puñales y sobre la cabeza un resplandor del mismo material». La Virgen se presenta con la diadema de Nuestra Señora de la Soledad de la hermandad del Nazareno, que ya también usó en 1978, y el tocado se ha compuesto con una mantilla de encaje donada por la familia Jiménez de la Linde.

A ambos lados del conjunto los arcángeles del retablo de la Virgen del Perpetuo Socorro sostienen la bandera de la Cinco Cruces y la blanca con el anagrama del Ave María Reina. El Ángel de la Guarda con el pendón negro protege -dándole la mano- a un niño Nazareno con el hábito de penitencia actual, que representa aquella juventud cofrade que en 1973 recoge el testigo de los Caballeros del Santo Sepulcro. Por su parte, su homólogo sostiene la bandera blanca como símbolo de vinculación desde 1836 entre los que fueran titulares del gremio de escribanos públicos de la ciudad de Córdoba, la Inmaculada Concepción y el Santo Sepulcro. Ambos se encuentran iluminados por los candelabros de plata Meneses que encargará la condesa de Cárdenas y que iluminaban el paso del Santo Sepulcro, donado también por ella a la cofradía en las primeras décadas del siglo XX. Todo el conjunto, de tendencia piramidal y resuelto con 148 puntos de luz, pretende ser, según la cofradía, una síntesis del magisterio impartido a lo largo de los años por el recientemente fallecido Manuel Palomino González, hermano de la corporación y vestidor de la Virgen del Desconsuelo, que con su entrega ha enriquecido y ayudado a engrandecer toda una tradición en la construcción de altares efímeros de la cofradía del Santo Sepulcro.

Elementos de los altares

En cuanto a los elementos de los altares, como todo lo que envuelve a las cofradías, está lleno de simbología. De este modo, el uso de la cera no está puesto por casualidad, ya que desde el principio la Iglesia usa el fuego y la luz que produce no solo para iluminar en la oscuridad, sino principalmente por su significado simbólico. Cuando la función de la luz es esencialmente simbólica se usa cera de abeja. En la antigüedad la abeja es considerada como tipo de virginidad. Por ello, los antiguos doctores ven en la cera la figura del cuerpo de Cristo nacido de la Virgen María. De esta forma el cirio encendido representa a Jesús, el pabilo oculto es su alma y la llama la señal de su divinidad.

Asimismo, el uso de la flor tan habitual en los altares también tiene una simbología particular. Así, tradicionalmente las flores se han asociado a la belleza y la belleza al bien. Desde Platón se asocia la belleza con la bondad. La Patrística acudió también a las flores como símil habitual al describir a María Santísima a la que San Agustín definía como «Flor del campo del cual brotó el lirio de los valles». Se va abriendo así paso un nuevo significado para las flores, entendidas como virtudes con cuya práctica se obsequia a Dios.

Existen, además, otras dos características de las flores que deben ser tenidas en cuenta al considerar su significado. En primer lugar su aroma, que se asocia al Bonus odor Christi y se contrapone al hedor que emana la corrupción y el pecado.

HERMANDAD DEL PRENDIMIENTO. EN LOS ÚLTIMOS AÑOS HA DEJADO COMPOSICIONES CON NUMEROSOS PUNTOS DE LUZ Y COMPLEMENTADOS CON UN EQUILIBRADO EXORNO FLORAL.

HERMANDAD DEL PRENDIMIENTO. EN LOS ÚLTIMOS AÑOS HA DEJADO COMPOSICIONES CON NUMEROSOS PUNTOS DE LUZ Y COMPLEMENTADOS CON UN EQUILIBRADO EXORNO FLORAL.

La otra característica de las flores viene dada por su carácter efímero, identificándose el acto de cortarlas y ofrecerlas en el altar, con la entrega de la propia vida al servicio del Evangelio.

Según el color ofrecen un significado diferente. Así, la flor roja recuerda al fuego, a la sangre, siendo la más apropiada para honrar a los mártires, reflejado en Jesús, el rey de los mártires.

Las flores moradas como el lirio simbolizan humildad y penitencia muy apropiado para los cultos de los nazarenos y crucificados.

Mientras que la flor de color rosa tiene un significado de esperanza en el dolor y la penitencia y la blanca es el color de la pureza inmaculada, digno tributo para la Virgen.

En resumen, unos altares efímeros para honrar a Cristo y a la Virgen, altares donde deben confluir varios factores, todos ellos buscando la belleza, esa belleza que, «desde Platón hasta los místicos del siglo de oro, es sinónimo de lo bueno, lo eterno y lo verdadero, es decir, sinónimo de Dios».

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