Después de dos años de pandemia, la ciudad ha vuelto a disfrutar de las cofradías en la calle y se ha vuelto a admirar una Semana Santa que estéticamente va al alza. Un año más se han cuidado los exornos florales, a veces algo exagerados, sobre todo en los misterios. El clavel ha vuelto a muchos pasos y ha desaparecido en otros, pero siempre ha prevalecido el buen gusto a la hora de colocar las flores cortadas, esa ofrenda a los titulares. En el apartado patrimonial se ha notado el crecimiento de calidad en las nuevas piezas, sirvan de ejemplo el techo de palio de la Virgen de la Candelaria, la Cruz del Señor de los Reyes, el respiradero frontal de la Virgen de la Merced, la túnica del Señor de Pasión o la bambalina trasera de la Virgen de la Alegría, sin olvidar el manto de la Virgen de Gracia y Amparo, que, aunque no se pudo ver en la calle, ahí está.
En el apartado musical se ha asistido a tres cambios importantes: Las Angustias, que recupera la banda de plantilla completa para su titular volviendo a sonar tras la Virgen marchas de siempre; La Soledad, que además de cambio de sede ha incorporado música al caminar de la Virgen dejando momentos sublimes alrededor de esta hermosa dolorosa, y el Señor de la Caridad, que caminó por primera vez con la banda de la Coronación de Espinas adaptada perfectamente al solemne caminar del Señor.
Por último, destaca la incorporación a la carrera oficial de dos nuevos pasos, el palio de la Virgen de la Esperanza del Valle con un sello muy definido y el misterio de la hermandad de la Conversión, que en su primera estación de penitencia a la Catedral dejó bien claro que querer es poder.
