Como no podía ser de otra forma, a las cinco de la tarde, hora torera, la hermandad de Jesús Caído se puso en la calle para hacer su estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral.
El característico cortejo de esta cofradía fue bajando la popular cuesta de San Cayetano para adentrarse por las calles de Santa Marina, una cuesta repleta de público que esperaba a la cofradía después de dos años de ausencia. Instantes después, la Marcha Real anunciaba que Jesús Caído estaba ya saliendo del local anexo a la iglesia de San Cayetano, el caoba paso comenzaba a moverse, ya no era un sueño, era una realidad, el poderoso Señor Caído comenzaba a descender desde la altura de la cuesta sobre su paso exornado con iris morados y rosas en color lila. Entre los estrenos de la cofradía destacó restauración de los dragones dorados que rodean la peana del Señor, unas piezas antiguas que han sido restauradas y doradas en oro fino por el restaurador Rafael Barón.
A los sones de la banda de cornetas y tambores Caído Fuensanta, el Señor bajaba la cuesta de San Cayetano. Mientras, arriba de la cuesta, el veterano capataz Rafael Muñoz llamaba a los costaleros para hacer la primera levantá, y momentos después el palio de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad, a los sones de la banda de música de la Esperanza, comenzaba su camino procesional hasta la Catedral cordobesa. Este característico palio del Jueves Santo fue exornado con rosas blancas en la jarras y algún toque de orquídeas en los violeteros.
La hermandad cruzó el barrio de Santa Marina dejando estampas de un Jueves Santo de toda la vida como el paso del Señor por las amarillentas piedras de la parroquia de Santa Marina, un templo donde la hermandad tiene mucha vinculación colaborando con ella en distintos proyectos de caridad.
