La castiza plaza de San Agustín volvió a ser ayer un hervidero de fieles que esperaban a la Virgen de las Angustias coronada salir de la iglesia del antiguo convento de San Agustín, un momento que no tardó mucho en suceder. Tras el negro cortejo de nazarenos que acompañaron el caminar de la Virgen y que este año estrenaban la unificación del escudo corporativo, se veían avanzar los ciriales que, sin duda, anunciaban que quedaba poco para reencontrarse tras una larga ausencia con la Virgen de las Angustias. En este esperado Jueves Santo la Virgen y su hijo muerto en sus brazos volvió a procesionar en su dorado paso obra de Antonio Castillo Ariza, que fue exornado con clavel rojo sangre toro en el calvario, y en las esquinas del paso jarras con el mismo clavel combinado con rosa roja.
Como novedad, destacó el regreso a la banda de plantilla completa para el acompañamiento musical del paso de Nuestra Señora de las Angustias Coronada, un acompañamiento a cargo de la banda de música de El Saucejo de Sevilla, banda que ya acompañó al paso de la Virgen en los traslados de ida y vuelta a la Santa Iglesia Catedral con motivo de la exposición magna Por tu cruz redimiste al mundo.
En la tarde del Jueves Santo una ilusionada banda interpretó la primera de las marchas en honor de la obra cumbre del imaginero Juan de Mesa, con la que el paso de la Virgen prácticamente bordeó la plaza de San Agustín. Sin duda, el Jueves Santo comenzaba a cobrar forma.
El Monumento al dolor, que dijera el poeta, iniciaba su caminar hacia la Catedral pasando antes por calles del barrio de San Agustín como Reja de Don Gome, por donde el paso discurrió con un selecto repertorio de marchas, y poco después giró hacia la calle Muñoz Capilla dejando como telón de fondo la arquitectura del cercano Palacio de Viana.
