Diario Córdoba

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Lunes Santo

Grandeza entre el sueño y la pesadilla

Fue la primera hermandad en retar los pronósticos, inspiró la jornada, pero sufrió un calvario en su regreso

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La hermandad de la Merced se reencuentra con su barrio

Igual que pasara el Domingo de Ramos, el Lunes Santo comenzaba con toda la expectación, ansiedad y deseo acumulado tras dos años de pandemia que impidieron las procesiones, pero con peores previsiones para el tiempo. De todas formas, la hermandad mercedaria se lió el capirote a la cabeza, valga la expresión, y decidió retar los malos pronósticos de la Aemet, saliendo de San Antonio de Padua con el palio a los sones de la marcha El cielo de Capuchinos, tributo a Fray Ricardo, el artista que impulsó con sus diseños y su buen hacer la Semana Santa cordobesa las últimas décadas y al que no se le había podido hacer tras su fallecimiento este tributo en la calle por la cofradía, tan ligada a su figura y legado.

Por supuesto, había más razones para retar a la lluvia, como el poder estrenar este año muchos logros fraguados en meses pasados. Era el caso del respiradero frontal del paso de palio, diseñado por Javier Sánchez de los Reyes, orfebrería de Ramón León y bordado de Francisco Pérez Artés. Sin olvidar la bandera concepcionista realizada por Antonio Villar con pintura de Manuel Torrico, la restauración de la cruz de guía a cargo de Emilio León (autor también de cuatro medallones de estreno de plata) o los cuatro angelitos para el paso del Señor, de Francisco Romero Zafra.

El exorno floral que se dispuso para la Virgen de la Merced fue una combinación variada de rosas blancas y alhelíes, todo alegría sin perder el señorío, que desprendían un intenso aroma, mientras que para el paso de misterio se escogieron orquídeas, rosas y rosas de pitiminí rojas.

Lástima que tras salir de la Catedral comenzara un calvario de vuelta, itinerario que se recortó pero que no logró evitar un chaparrón en Capitulares.

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