La marcha procesional cordobesa es uno de los ejes fundamentales sobre los que gravita la música procesional andaluza. No sólo por la calidad e influencia que han podido ejercer las marchas que han nacido en el seno de la Semana Santa cordobesa, sino también por el enorme peso específico que muchos de sus compositores han tenido en el contexto andaluz y, en ocasiones, nacional.

Córdoba se nos presenta como uno de los puntos de nacimiento de la marcha procesional andaluza. Ya, desde 1883, se tiene constancia de la composición de marchas procesionales en Córdoba, auspiciadas por la procesión oficial del Santo Entierro donde solía tocar la Banda Municipal.

Fue Eduardo Lucena quien escribió Un Recuerdo ese mismo año, dedicada a dicha procesión, componiendo años más tarde la Marcha fúnebre nº 1, Marcha fúnebre nº 2 o La Redención. Esta época de finales del XIX destaca por una importante creación de marchas para la Semana Santa, ya que otros nombres importantes de la música cordobesa y andaluza, como Cipriano Martínez Rücker y Juan Antonio Gómez Navarro, dejarían su sello maestro e inigualable en la Marcha fúnebre op. 21 y Marcha fúnebre op. 35, para el caso del primero, y El Alma de mi Alma, para el segundo.

Terminan la nómina de los compositores mentores de la marcha cordobesa dos directores de la formación musical munícipe. Todavía en el período finisecular romántico, Rafael de la Torre Brieva compone en 1896 una marcha fúnebre titulada El Viernes Santo y con posterioridad dos marchas fúnebres, con los números 1 y 2 respectivamente, a tenor de lo que nos revela la hemeroteca de la época. Ya entrado el siglo XX, José Molina León hace lo propio con una marcha fúnebre ideada seguramente durante el período en el que estaba al frente de la banda municipal, entre 1908 y 1910.

Todas éstas eran marchas escritas para la Banda Municipal de Córdoba, de clara herencia romántica, con belleza en la línea melódica y un carácter que no tenía por qué ser necesariamente fúnebre, pero sí de aire solemne y regio. Muy probablemente se compusieran más, pero el paso del tiempo y la desidia colectiva nos dejan un vacío documental difícil de superar.

La Esperanza: Con el objetivo de impulsar las marchas cordobesas en 2000 se produjo la reunión que creó la banda de La Esperanza, que ha seguido una gran trayectoria. SANCHEZ MORENO

Después de estos inicios sobrevino una época de inestabilidad social y política, con crisis incluida en la banda municipal, que ayudaron a cercenar desgraciadamente la inspiración para este tipo de música. La Guerra Civil dilató todavía más este gran lapso de tiempo sin nacer marcha procesional cordobesa alguna. Después de la contienda bélica, se abrió el proceso renovador y reorganizador de las cofradías en Córdoba, adoptando nuevos modelos y recuperándose progresivamente de tantas décadas azarosas y poco propicias para la creatividad artística.

De nuevo aparece la figura de la Banda Municipal, a la que se sumará exitosamente la Banda de Música Militar del Regimiento de Lepanto. Eran los años cuarenta cuando Dámaso Torres dirigía la banda municipal, al frente de la cual ésta alcanzaría una fama notabilísima a escala nacional. Mientras tanto, Pedro Gámez Laserna hacía lo propio con la Música del Regimiento de Lepanto nº 2 tras haber ingresado en el cuerpo nacional de directores militares. Estas dos célebres batutas fueron pilares apropiados para reiniciar el desarrollo de la marcha cordobesa, como así lo muestran las dos marchas procesionales que surgieron prácticamente al mismo tiempo y que guardan ciertas concomitancias entre ellas.

Dámaso Torres compuso en 1949 Misericordia Señor para la Hermandad de la Misericordia, pieza de profunda armonía y rasgos wagnerianos. Pedro Gámez escribió Saeta Cordobesa el mismo año -dedicada al Santísimo Cristo de la Buena Muerte-, obra maestra de la marcha procesional cuyos valores han adquirido una dimensión importantísima para la música procesional andaluza. Su técnica en la composición, así como la introducción de la saetilla haciendo honor a su título, hacen de esta portentosa marcha una referencia estética para años posteriores, puesto que después vendrían composiciones donde se aprecia nítidamente que beben de las fuentes de Saeta Cordobesa. No fue ésta la última composición de Gámez para la Semana Santa de Córdoba, entre las que podemos apuntar Salve Regina Martyrum (1952) o Nuestra Señora de los Ángeles -Ángeles del Císter- (1978).

Inmediatamente después entrarían en la escena cofrade músicos e instrumentistas de ambas bandas, la municipal y la militar, al igual que otros músicos de escenarios diversos y de notable inspiración artística. Tales son los casos del crítico musical Francisco de Sales Melguizo, que volcó su sentida relación con las cofradías a través de la sencillez de Lágrimas y Desamparo (1950) o Paloma de Capuchinos (1951). O de Enrique Báez, nombre imprescindible en el patrimonio musical de Córdoba. Virtuoso violinista de la Orquesta Municipal de Córdoba, otrora músico de la Banda Municipal, el maestro Báez compuso su primera marcha, Virgen de las Angustias (1952), en plena etapa de eclosión de este estilo musical y una extraordinaria obra. Después vendrían Jesús Caído (1955), Por una Madre (1975) o Virgen del Socorro (1978), así hasta un número considerable de marchas de trascendencia en lo que a calidad se refiere.

Otro de los músicos cordobeses de aquellos años tan fructíferos era José Timoteo Franco, subdirector de la Música del Regimiento de Lepanto y luego flauta solista de la Banda Municipal, que compuso Santísimo Cristo de las Penas (1957) y Jesús Rescatado (1958).

El sucesor de Gámez en el podio de la Banda Militar, Reginaldo Barberá, contribuyó con Santísimo Cristo de Gracia a engrosar la nómina de marchas cordobesas, a la par que éstas iban consagrándose como una vertiente perfectamente definida, siempre bajo el sello de melodías sobrias, solemnes y ajenas a otro tipo de corrientes estéticas. Años más tarde, en la década de los setenta, la producción musical de nombres como Báez continuaba conviviendo, además, con la de los Camilo Contreras (Piedad Señor, 1975), Casto Contreras (Nuestro Padre Jesús de la Sangre, 1978; y Nuestra Señora de la Encarnación, 1980), Joaquín Reyes Cabrera (Coronado de Espinas) o Antonio Pantión (Expirando en tu rosario, 1974).

B.C.T La Salud de Córdoba Banda de Semana Santa tambores y cornetas Córdoba. JUAN CARLOS MADRONA

Crisis en los años ochenta

En los ochenta, una serie de circunstancias provocan cierta crisis en la marcha procesional cordobesa. La Banda Municipal no existe ya como tal, al haberse consumado su cambio a Orquesta Municipal de Córdoba, y la Banda Militar del Regimiento de Lepanto mengua su plantilla hasta desaparecer. Córdoba se encontraba, pues, sin las dos bandas de música que sustentaban la composición de marchas y su interpretación.

Ante esta ausencia de bandas cordobesas, las cofradías recurren más asiduamente a bandas de la provincia y fuera de ésta, con la consiguiente llegada de marchas procesionales de un estilo netamente sevillano, esto es, de un acentuado carácter rítmico y expresión marcadamente letífica, en buena parte también debido a la eclosión de las cuadrillas de hermanos costaleros. Lo que no quiere decir que las marchas procesionales hispalenses no hubiesen impregnado las carpetas de reparto hasta entonces, puesto que también son sevillanas Virgen del Valle o Amarguras y se tocaban en tiempos pretéritos, sino que es ese estilo alegre acuñado en Sevilla el que se introduce en Córdoba a finales de los ochenta, contagiando a compositores como el caso de Rafael Ramírez, director de la Banda Municipal de Lucena, y su marcha Esperanza Cordobesa (1989). Por otra parte, Miguel Herrero Martos, director de la Banda Municipal de Rute, soslaya esta nueva línea y aboga más por el clasicismo, descollando especialmente con Virgen de la Caridad (1992).

El influjo de la escuela sevillana se hace más patente con la llegada del famoso director militar Abel Moreno, que por entonces ostentaba la batuta de la Banda del Soria 9. Tenía como mejor tarjeta de visita los éxitos que estaba cosechando con sus discos en pleno fenómeno del boom discográfico. Su catálogo de marchas procesionales iba ascendiendo súbitamente en la década de los noventa, cuando hizo para Córdoba melodías entre las que caben subrayar Córdoba Cofrade (1989), Fuensanta Coronada (1994) y Nuestro Padre Jesús del Calvario (1992).

Otro militar, afincado en Córdoba, fue Jesús Cea Samaniego, director de la Banda Militar del Regimiento de Lepanto tras el fallecimiento de Reginaldo Barberá. Suyas son Virgen de los Ángeles (1994) y Cristo de la Sangre (1998). Epónimo de su progenitor, José Juan Gámez Varo no quiso desvincularse de la Semana Santa de Córdoba. Es por ello que rindió tributo a cofradías a las que le unieron lazos afectivos, dando forma con su música a nombres como Córdoba Cofradiera, Dulce Nombre de María o La Mercé. Por otra parte, la dirección de bandas como la Municipal de Huévar o Cristo del Amor de Córdoba permite a sus directores escribir a cofradías en las que sus formaciones tocaban. Verbigracia Martín Salas, con Paz y Esperanza, o Francisco Conde, con Soledad de Jueves Santo.

Coronación de Espinas: Esta banda se fundó en el verano de 1996, participando en su primera estación de penitencia en la madrugada del Viernes Sano de 1997. MIGUEL ANGEL SALAS

Las dos primeras décadas del siglo XXI suponen para la marcha cordobesa todo un revulsivo, hasta el punto que podríamos denominar como una nueva época dorada en el cultivo de este género musical. Sin duda, a esta circunstancia tan brillante contribuye decididamente el nacimiento de la banda de música María Santísima de la Esperanza, cuyo trabajo en la recuperación de marchas históricas y la formación de músicos que a la postre escribirían marchas procesionales, constituyen los pilares para ser, sin duda, la protagonista en el desarrollo y evolución de la marcha cordobesa en este primer tercio del siglo XXI.

No llegó ni a los diez años de vida, cuando desde esta formación musical comenzaron a nacer las primeras composiciones para hermandades cordobesas. Este fue el caso de Rafael Wals con su marcha Tras tu verde manto (2006), dedicada a la Virgen de la Esperanza, una marcha alegre que ha trascendido las fronteras cordobesas y se escucha con relativa frecuencia en otras ciudades. Este gran y joven músico cordobés proseguiría firmando marchas procesionales, entre las que destacan más adelante La Vía Sacra (2013) o la marcha oficial para la Coronación Canónica de la Virgen de la Paz y Esperanza escrita en el año 2020. Precisamente, dentro de esta banda nace la única aportación musical a la Semana Santa de Córdoba del gran compositor Pedro Morales Muñoz, que firmó en 2009 María Santísima de la Esperanza.

Otro autor procedente del horno creativo de la banda de la Esperanza es su actual presidente, Alfonso Lozano, compositor de austeras y elegantes maneras que ha dejado hasta la fecha un catálogo de marchas de exquisito gusto y calidad, desde la primigenia El mayor dolor (2007), pasando por El buen fin (2012), su última marcha hasta el momento Desconsuelo (2020) o, sin duda, la más conocida de entre todas las compuestas: La Sangre y la Gloria (2009), una de las composiciones más trascendentales y escuchadas en Andalucía en la última década.

Por último, el tercer compositor en liza dentro de esta formación musical es el clarinetista Pablo Martínez Recio, que con apenas veintidós años ha escrito diversas marchas procesionales de gran interés, como son La Virgen del Buen Fin (2017), La Expiración (2018) o Noche bordada en plata (2019), una de las mejores marchas cordobesas de los últimos años y que ha sido recientemente grabada en el trabajo discográfico editado por la Agrupación de Cofradías de Córdoba: Nueva antología de música procesional.

Especial mención merece la aportación del gran violinista José de la Vega a la marcha cordobesa en esta última etapa, en concreto en la primera década. Este compositor cordobés, autor de la gran marcha Valle de Sevilla (1990), había tenido escasa repercusión en el círculo de las cofradías hasta que a principios del siglo XXI su nombre y su música cobró un especial interés. Varios factores desencadenaron en el estreno de diversas marchas para cofradías cordobesas, constituyendo un acto de justicia para uno de los mejores músicos cordobeses de la historia. Su primera marcha para Córdoba fue Ángeles, Reina (2007), bellísimo poema sinfónico estrenado por la banda de música del Maestro Tejera en la iglesia de Capuchinos, a la que le seguirían otras composiciones, todas de gran nivel artístico, como Los Dolores, La Esperanza, Gloria Cisterciense o Gólgota.

El emergente movimiento que vive la marcha procesional gracias a las nuevas generaciones de compositores, procedentes no solo del círculo profesional de directores civiles y militares, sino también de la formación desarrollada en los distintos conservatorios en las últimas décadas, se hace notar también en Córdoba de una forma sobresaliente con la aparición de marchas de nuevo cuño, entre las que cabe destacar al pontanés Antonio Moreno Pozo y su mayestática Angustiarum Plena (2010); el sevillano David Hurtado, con su composición La Esperanza de Córdoba de este mismo año; el ubetense Cristóbal López Gándara, con Esperanzas (2015), que conmemora el vigésimo aniversario del hermanamiento entre la Esperanza de Triana de Sevilla y la Esperanza de Córdoba, o también con Madre de Dolores y Angustias, en el mismo año; el egabrense Antonio Moral Jurado y su marcha Tras el paso de la Salud (2017) o el prolífico montoreño José Ramón Rico Muñoz, que en la última década ha estrenado hermosas composiciones como Merced cordobesa (2009), Azahar de San Francisco (2009), Virgen del Carmen de San Cayetano (2011) o El último abrazo de la Madre (2014).

Banda Cristo del Amor: La banda de música del Cristo del Amor dirigida por José Antonio Vázquez, acumula una amplia trayectoria (su creación se produjo en 1975). FRANCISCO GONZALEZ

Bandas de cornetas y agrupaciones musicales

Pese a lo que muchos han creído y siguen creyendo, Córdoba ha escrito páginas de relieve en la historia de las bandas de cornetas dentro del contexto procesional. Ya en el siglo XIX, el Regimiento de Infantería de la Reina nº2 -luego de Lepanto nº2 y 5- incorporaba a su unidad de música la sección de cornetas y tambores, que perfectamente podía considerarse como banda, ya que actuaba tanto unida a la banda de música como por separado. Ésta, otras que tocaban en la capital durante Semana Santa, y cualquiera de las existentes en Andalucía adoptaron modelos musicales y formales de las bandas montadas. Por eso las piezas musicales eran marchas militares de ordinario y de paso lento, pero en ningún caso se hacían marchas dedicadas a imágenes y cofradías.

Así hasta que en Málaga, con la B.C.T. del Real Cuerpo de Bomberos y Alberto Escámez al frente, se inició la eclosión, entrada la década de los veinte del pasado siglo, de la marcha lenta compuesta específicamente para las hermandades. Desde las primeras, como La Expiración (1926) o Nuestra Señora de Consolación y Lágrimas (1929) hasta las últimas en los años cincuenta, Escámez logró dotar a las formaciones musicales de cornetas de carácter propio.

En un principio, la versión extendida nos habla de una influencia directa en las marchas para cornetas entre Málaga y Sevilla. Algo absolutamente erróneo porque Córdoba reclama su sitio por derecho. Si en Sevilla la Policía Armada adquirió el repertorio de los Bomberos de Málaga, con mucha probabilidad antes una banda cordobesa que llegó a estar muy enraizada en su Semana Santa, como fue la banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja, no se ciñó a reproducir literalmente la carpeta de reparto de la banda dirigida por Escámez, sino también a crear sus melodías.

Lo mismo que Alberto Escámez, el músico cordobés Blas Martínez Serrano, director entre otras de la citada banda de cornetas de la Cruz Roja, compuso diversas marchas entre los años cuarenta y cincuenta de la pasada centuria. Cierto es que adopta aquellas primeras marchas de Escámez y las instrumenta para la plantilla de la banda, retitulándolas y en algunos casos creando nuevas melodías. Estas marchas se incardinan claramente en el arquetipo de Escámez, emulándolas e imitándolas y desde el punto de vista estilístico no aportaron algo innovador. Entre ellas están la serie de marchas lentas a tres voces Semana Santa en Córdoba -números 1, 2, 3, 4, 5 y 6- de 1945, o las marchas lentas a cuatro voces Al Santísimo Cristo de la Misericordia o A Nuestra Señora de las Angustias (1950).

Nuestra Señora de la Estrella en 2005 comienza su andadura esta banda, que se estrenó por las calles de Córdoba en 2009. Manuel Murillo

Amén de todo lo anterior, durante la segunda mitad del siglo XX tuvo lugar en Córdoba una proliferación de bandas de este tipo. A las ya nombradas de Lepanto o Cruz Roja, podemos enumerar los casos de las bandas de cornetas y tambores de la Guardia Civil, la del Hospicio o los Trinitarios, Esperanza y Oración en el Huerto, que en ese mismo orden fueron los antecedentes de la extinta Agrupación Musical de Córdoba, desaparecida por imperativo legal en 1992 dando lugar a la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora de la Fuensanta, hoy extinguida. Otra banda de repercusión fue la banda de cornetas y tambores del Cristo de la Sangre, adscrita a la Hermandad del Císter, fundada y disuelta en los años ochenta.

Los noventa supusieron un revulsivo, con la fundación de las bandas de cornetas de las hermandades de Jesús Caído (hoy bajo la denominación de Caído y Fuensanta al haber absorbido a parte de los componentes de ésta última) y la banda de cornetas de Coronación de Espinas, allá por 1996.

Los comienzos del siglo XXI traen el nacimiento de una formación musical a día de hoy fundamental en el género, como es la banda de cornetas y tambores Nuestra Señora de la Salud, de la cofradía de la Agonía.

En cuanto al género de las agrupaciones musicales, el recorrido histórico es mucho más corto, iniciándose con la pionera del estilo en la ciudad, como fue la Agrupación Musical de Córdoba, dirigida por Antidio Cabal, cuyos orígenes se remontan a otros nombres como la Banda de los Trinitarios del Cristo de Gracia, sentando las bases del futuro de las agrupaciones musicales. Perteneció a hermandades como La Esperanza o La Oración en el Huerto.

Entre las piezas pioneras, o más antiguas, se pueden citar algunas como Marcha de honor a la Soledad de Cabra (Antidio Cabal y M. Valdivia), dedicada a la bella Dolorosa egabrense; Nuestro Padre Jesús Caído (Antidio Cabal y M. Valdivia), dedicada la hermandad de Córdoba del mismo nombre; Virgen Morena (Antidio Cabal, Córdoba), o Santo Entierro (Antidio Cabal y M. Valdivia), dedicada a la Hermandad del Santo Entierro de Córdoba. Todas estas marchas fueron grabadas por la Agrupación Musical de Córdoba en un disco llamado Marchas cordobesas, editado en el año 1990.

Pero sin duda la formación de referencia en este género, y a la sazón una de las bandas de mayor peso y trascendencia en Andalucía, es la agrupación musical Nuestro Padre Jesús de la Redención de Córdoba, La Estrella, que fue fundada en 1990 bajo la dirección de Manuel Luque Bellido. En el seno de esta banda han nacido composiciones imprescindibles en la evolución de las agrupaciones en Andalucía, como son las marchas cordobesas Estrella de González Ríos; Señor de San Basilio, de Nicolás Barbero o Desconsuelo, de Antonio Moreno Pozo.

En 2006 nace la agrupación musical Santísimo Cristo de Gracia, de la hermandad del Esparraguero, formación de primer nivel con un repertorio en la actualidad bastante completo y composiciones de enjundia interpretadas por una plantilla musical contrastada y muy bien cuidada. Por último, la tercera agrupación musical en activo hoy día en la ciudad es la agrupación musical Nuestro Padre Jesús de la Fe en su Sagrada Cena, de la homónima hermandad. Una formación muy joven, en crecimiento, que si bien se fundó en 2010 no fue hasta 2013 cuando hizo su primera aparición en público.

Jesús de la Redención: La primera estación de penitencia en la que participó tuvo lugar en 1990. Manuel Murillo